En el 2020, la comunidad internacional se va a enfrentar a tres grandes desafíos: Un entorno global geopolíticamente complejo, la desaceleración de la economía y los retos que plantean el cambio climático, según el Foro Tendencias 2020 celebrado el pasado septiembre en Madrid (Domingo, El País, 22.09.19)
A nivel político el entorno se va a caracterizar, más que en años atrás, por el auge de los populismos y de los nuevos autoritarismos. Esto genera un ambiente de incertidumbre político que puede derivar en decisiones impredecibles por parte de los gobiernos.
En estos tiempos no vale aquello de que “la política no es importante para la economía”. En los distintos países, el tipo de política que se adopte influye de manera decisiva en el comportamiento de la economía. Están ahí, solo para poner dos ejemplos, la crisis de la economía de Venezuela y Nicaragua derivadas de un modelo de hacer política.
La OCDE estima que en 2020, la economía mundial va a crecer en 3.0 % 0.6 puntos menos que en 2018. El crecimiento promedio de los países del G-20 será de 3.2 % y de la Eurozona de 1.0 %. Estados Unidos crece en 2.0 %, China en 5.7 % y Japón en 0.6 %. La estimación para México es de 1.30 % con proyección a la baja.
No queda claro cómo va a afectar a la economía de Europa y también mundial la salida de la Gran Bretaña de la Unión Europea (UE) y en qué habrá de terminar la disputa comercial entre Estados Unidos y China y cuáles serán sus efectos en la economía internacional.
La realidad y las consecuencias del cambio climático, a pesar de que algunos lo sigan negando o lo ignoren, se hace presente en todos los países. La lucha contra el cambio climático es un tema fundamental del debate político, pero también económico. Los gobiernos y las empresas están obligados a la “transición ecológica”.
A los temas anteriores se añade el proceso permanente de la revolución tecnológica. Va a seguir apareciendo tecnologías disruptivas y la velocidad de adaptación se hace cada vez más corta. Ahora y en el futuro próximo la punta de lanza está en la velocidad de los procesos. Los cambios tecnológicos plantean nuevos problemas éticos.
Esta revolución, para Marta Martínez, presidenta de IBM en España, se sostiene en tres pilares: Lo primero es el ser humano. La tecnología está para potenciar a las personas y no para remplazarlas.
El segundo es la materia prima: los datos. Se requiere de su uso, pero siempre que se garantice la privacidad y la seguridad de las personas. Es necesario una estricta reglamentación no solo a nivel nacional sino también mundial. El tercer pilar es la transparencia y exige saber cómo se utilizan las tecnologías, que no pueden ser una caja negra.
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