El Informe de Gobierno que presentó López Obrador es desalentador porque a la imagen de una sociedad dividida, se agrega la realidad de un país desinformado, toda vez que fue más elocuente por lo omitido que por lo dicho. Informar sobre el estado de la Nación es una obligación establecida en el artículo 69 constitucional: “en la apertura de Sesiones Ordinarias del Primer Periodo de cada año de ejercicio del Congreso, el Presidente de la República presentará un informe por escrito, en el que manifieste el estado general que guarda la administración pública del país”.
El formato adoptado vulneró la legalidad porque antes de informar al Poder Legislativo como marca la Constitución lo hizo ante sus empleados e incondicionales. Quedaron muchas dudas y lagunas informativas sobre las acciones emprendidas en importantes temas que realmente preocupan al ciudadano en su vida cotidiana como seguridad pública, pobreza, desempleo, salud o educación, problemáticas que según el Presidente: “han sido resueltas con más desarrollo y bienestar para todos”.
La 4T convirtió el Informe Presidencial en una feria de adulaciones, en simple mercadotecnia y publicidad plagada de mentiras, a pesar de la parafernalia propagandística a costa del erario promovida por la oficina de comunicación social de la presidencia.
Incluso, es previsible que la glosa del Informe será un ejercicio inútil por el bloqueo que impondrán los legisladores de Morena evitando incómodas interpelaciones a los secretarios de Estado. Paradójicamente, algunos medios de comunicación también contribuyeron a la desinformación. El control político que ahora se ejerce sobre ellos impide un análisis a fondo sobre la situación del país. Buscando “adecuarse a los nuevos tiempos” dejan al ciudadano la onerosa tarea de informarse oportunamente. Como afirma el lingüista Noam Chomsky, cuando la información es irregular y limitada, estimula la pasividad y el fatalismo.
El Informe Presidencial revivió viejos ritos y símbolos del poder, brindando la apariencia de una rendición de cuentas que en realidad fue unilateral y segmentada. Representó el culto a la personalidad y el fracaso de la garantía del derecho a la información. Ha aumentado el hostigamiento contra periodistas y comunicadores: amenazas, intimidaciones anónimas, vigilancia de domicilios y homicidios.
Sobre este ambiente hostil y riesgoso en el que deben desempeñar su importante labor nada se dijo. A ello contribuye la improvisación en los Mecanismos de Protección para Periodistas y personas defensoras de Derechos Humanos donde se impusieron a ineficientes personajes sin trayectoria ni prestigio en el campo.
Su único mérito es haber sido auxiliares de altos burócratas y amigos de gobernantes. El de AMLO es un gobierno de incompetentes e improvisados en todos los niveles. El Estado tiene la obligación de actuar y si no interviene se convierte en responsable de acuerdo con el derecho internacional.
La información es vital en términos de transparencia, equilibrios de poder, ejercicio responsable del gobierno, participación ciudadana y legitimidad. Ciudadanos desinformados son presa fácil de los demagogos y del populismo.
Debe existir información continua y accesible para todas las personas así como rendición inmediata de cuentas. La información representa un instrumento ciudadano para evaluar a los gobernantes y las modalidades para comunicar ilustran sobre la calidad democrática del país. El rito de informar a la Nación es uno de los principales actos simbólicos de nuestra cultura política. Cuando el mito y la demagogia entran en conflicto con la realidad el resultado es el cinismo.