El salón de clases de la escuela básica es un microcosmos dinámico: cambia a cada instante sobre el acuerdo de que el profesor es la autoridad y los alumnos son quienes se someten a ella, en aras de aprender lo prescrito con antelación.
Cuando se trata de colocar un mensaje coyuntural, ese microsistema se abre por un breve periodo y acepta las estrategias que busquen fijar el mensaje en los alumnos. Es muy probable que ese mensaje pierda su importancia conforme avancen las fechas del calendario escolar: el proceso de aprendizaje es acumulativo en palimpsesto.
Cuando pienso en las maneras de introducir el hábito de la lectura en ese microcosmos, concluyo que es necesario extraer al educando de su espacio escolar cotidiano, darle una sensación de libertad creativa y sustituir el sentido de autoridad por el de una llana organización horizontal de todos los participantes: tareas y responsabilidades específicas a cada uno, en el entendido de que todos los alumnos comparten códigos culturales.
El material de lectura debe ser también adaptable a los criterios siguientes: edad mental del grupo, experiencias vitales y contextos comunes, temas abiertos a la libre elección, extensiones y formatos asequibles (rimas y canciones para los más pequeños, historias cortas para los más grandes, aventuras e intrigas de poca complejidad para otros más grandes, y personajes con quienes se identifiquen los potenciales lectores)… que cualquiera que sea el texto, nos dé la oportunidad de comentarlo antes y después de su lectura, sin permitir que las controversias queden inconclusas.
Aquí, un maestro es solo un guía: induce y conduce la discusión para que el grupo llegue a conclusiones por sí mismo, con un sistema incluyente e igualitario que evite la imposición y puntos de vista prejuiciosos al conversar, al elegir y al expresar una opinión. La dinámica de leer en conjunto se parece mucho a la del juego como estrategia didáctica.
La lectura es premio, aventura, no obligación. Es una oportunidad de ejercer la libertad, sin señalar errores. Es un espacio de construcción de espacios y seres imaginarios, que se traduzca al cabo del tiempo en la comprensión de los conflictos humanos: no necesariamente reforzarán en lo inmediato los programas escolares existentes.
En un año lectivo las sesiones de fomento de la lectura pueden hacerse periódicamente, con el acuerdo de todos los coordinadores y directivos del plantel, a fin de facilitar espacios, recomponer grupos y generar nuevas metas de lectura, así como memorias exitosas del magisterio activo. ¿Qué tantas experiencias tenemos sobre esto en nuestro sistema educativo?