El nacionalismo es la extraña creencia, de que un país es mejor que otro por virtud del hecho de que naciste ahí.
George Bernard Shaw
El pasado 26 de mayo del año en curso se celebraron elecciones para diputados al parlamento europeo, una de las instituciones insigne del proyecto europeo, y que ha sido una de las organizaciones institucionalizadas que representa, la democracia a nivel continental.
Para entender el logro de la Unión Europea hay que sumergirse en la historia, particularmente la de la segunda guerra mundial, antes y después: la ascensión de la extrema derecha en Alemania, la Guerra, el Holocausto, los tratados internacionales, la creación de la Organización de las Naciones Unidas, el Comercio, el ideal de unión como factor de paz, una idea, un sueño.
La Unión Europea representa un sueño hecho realidad en el que naciones, otrora enemigas, se unen para lograr un bienestar colectivo que a la postre traería como consecuencia: “prosperidad” económica, política y social para alrededor de 508 millones de personas, habitantes de 28 países distintos; suena complicado, pero no imposible.
¿Qué resulta interesante señalar de estos resultados de la elección al parlamento europeo?
Alemania (uno de los motores económicos más importantes de Europa): el gobierno en funciones de Angela Merkel pierde un 7.6 de los votos respecto a la elección pasada; Francia: pierde el actual gobierno en funciones de Emmanuel Macron contra los de ultraderecha de Le Pen; Reino Unido: gana el partido pro salida de la Unión Europea (Partido del Brexit); Italia: gana La Liga, partido de derecha; España y Portugal: ganan los socialistas; Polonia: ganan los ultraconservadores, por citar algunos ejemplos de lo que es reflejo de lo que pasa en el mundo en general.
¿Y qué pasa en el mundo? Hay descontento respecto al orden construido durante los últimos casi 30 años desde la caída del muro de Berlín y particularmente desde el Consenso de Washington en el que se establecieron las pautas del mundo “libre, próspero y de bienestar”.
Hay una constante en los últimos 20 años en los que el mundo democrático de nuestro planeta ha roto con el orden más o menos establecido, para mirar hacia otros partidos y grupos no tradicionales, no vinculados al ciento por ciento con la clase política de “toda la vida” que aseguraban por lo menos que nada cambiaría. ¿La doctrina del miedo? Quizá.
¿Disrupción, hartazgo, desilusión, teoría del descontento, vuelta al nacionalismo; o todo junto?
Cualquiera que sea la causa, no suena nada bien que por un lado vuelva el populismo de derechas (como en Europa o Estados Unidos) o el populismo de izquierdas (como en América Latina o la India en Asia). Está probado y comprobado que los nacionalismos, son la causa de guerras, violencia e inestabilidad.
El diálogo, la cercanía de los gobernantes con sus gobernados, así como un nuevo consenso para el reparto “justo” de la riqueza, son algunas pistas de por dónde deberíamos reconducirnos como humanidad. Basta con ver la victoria de los Verdes en las pasadas elecciones al parlamento europeo (aunque son 2ª Fuerza, son más representativos que antes) para percatarnos de que algo no hemos hecho bien y que debemos corregir.
Carlos Gonzalo Blanco Rodríguez
Abogado internacionalista y catedrático universitario.
Correo: cgonblanc@aim.com