El pasado domingo cinco de mayo hubo marchas en contra del presidente López Obrador y su gobierno en la Ciudad de México, Monterrey, Guadalajara, Puebla, Veracruz, Aguascalientes, Toluca, Tampico, Querétaro, Hermosillo, Saltillo, León y Guanajuato.
La más concurrida fue la de la capital del país donde participaron 15,000 ciudadanos. Los reportes de prensa hablan de que en las otras doce ciudades se reunieron solo cientos de personas. Todas los que asistieron fueron convocados a través de las redes sociales.
En la comparecencia del lunes seis de mayo el presidente no descalificó a las marchas, como se esperaba, y dijo que su gobierno respetaba el derecho a la libre manifestación y que él mismo en muchas ocasiones, en la oposición, había marchado en protesta.
Es la reacción que se espera de un presidente de una sociedad democrática, pero no ha sido la tónica en estos primeros cinco meses de su gobierno en los que siempre ha descalificado a los opositores a quienes califica de conservadores, neoliberales o fifís.
Las marchas del domingo resultan algo nuevo desde que el presidente y su partido llegaron al poder. Es una primera reacción de un sector de la sociedad que no está de acuerdo con la manera de gobernar del presidente. Rechaza sus formas y también el contenido de sus propuestas.
Semanas atrás una acción de este carácter parecía imposible ante los altos niveles de popularidad del presidente. La gente que asistió a las marchas lo hizo porque quiso. Nadie fue acarreado. Y esto en independencia de quien pudo estar atrás de la invitación en las redes sociales.
Hay un importante sector de la sociedad mexicana, que va en ascenso, que se siente maltratada por lo que dice el presidente y no está de acuerdo con su manera de gobernar. Piensan que hay un retroceso en la vida institucional y democrática del país. Ese grupo ha perdido el miedo a manifestarse.
Lo que anima a ese grupo a salir a la calle y decir lo que piensan es que ven que las cosas van mal en el país. Me he entrevistado con algunos de los que asistieron y plantean que ante el actual estado de cosas y la debilidad de los partidos de la oposición, para enfrentarse al gobierno, lo que queda es que la ciudadanía se organice y haga valer.
Las manifestaciones en las 13 ciudades donde tuvieron lugar fueron pacíficas y en ningún caso hubo conflictos. Habla de un tipo de manifestantes. Es temprano para decir si las marchas del pasado domingo son un quiebre y el inicio de nuevas protestas ante un gobierno que al paso de los días se ve incapaz de ofrecer resultados.
En la medida que el presidente siga pensando que se puede gobernar a través de confrontarse con los que no piensan como él y que basta prometer que pronto todo será mejor, sólo porque él gobierna, es muy probable que siga creciendo el número de los inconformes y con ellos el de los manifestantes.
Twitter: @RubenAguilar