REVELACIONES DE PERIODISTAS EN LA UNAM

Latitud Megalópolis

¡Me creyó muerta! Porque hasta el tiro de gracia me dio.

La bala en mi sien, rompió mi cráneo.
Las otras, dejaron secuelas, en la boca y sobre todo en el alma.
Es el testimonio crudo de una locutora indígena, que con esposas de periodista, mostraron las huellas de un atentado y dos homicidios contra comunicadores.
Fue la valentía de exhibir públicamente en ese recinto universitario, el cruel episodio de violencia y la
¡Muerte! Cotidiana contra periodistas.
Mostraron la sombra constante de la amenaza, el abandono y la omisión gubernamental.
Narraron sus recuerdo de manos asesinas, de autores intelectuales, que las obligó desplazarse de su lugar de origen.
Se notó fresca la imagen del rostro de verdugos, de aquel que no la ¡Mató! Y de autores intelectuales ¡Impunes!
Homicidas a sueldo por figuras políticas que tras un cargo en el legislativo o ejecutivo, evaden el castigo y la ¡Cárcel!
Fue la denuncia de violencia y abusos que reunió en la UNAM a ¡Periodistas!, académicos y defensores del gremio.
Revelaciones en siete mesas, que aún frente a sillas vacías y el desinterés de periodistas para escuchar y aportar sus propias vivencias, permitió en dos días, avanzar y emitir un ¡Resolutivo!
Un documento que lleva el pesar de esa locutora indígena, que anhela dormir en su cama de Xochistlahuaca, en la costa de Guerrero.
O el calvario de familias y periodistas desplazados de su lugar de origen, que sueñan con su vida normal y su ¡Hogar!
Marcela de Jesús Natalia, locutora indígena, compartió cómo la bala en su sien derecha no le quitó la vida ni su voz de denuncia, aunque sí la despojó hasta de su
plaza en radio Guerrero, Ometepec.
Ahora más que nunca, dijo con valentía, estoy convencida que soy la voz de mi raza.
Esa menuda mujer, milagro viviente del riesgo de ser periodista crítica, sobre todo en provincia, habló con orgullo y firmeza.
Mientras ellas, Isabel Galeana y Griselda Triana, esposas de periodistas asesinados, evidenciaron las secuelas por el dolor de perder al padre de sus hijos.
Juan de Dios García y Sergio Ortiz, uno en asilo, otro en su tierra, mostraron las fallas gubernamentales y de organizaciones defensoras de periodistas.
—Nadie sabe cómo nos cambia la vida tras un homicidio, un atentado o por abandonar nuestra tierra, coincidieron con las mujeres.
Con valentía dieron sus testimonios dentro de ese auditorio de ¡Libertad! Y autonomía en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM.
Todos provocaron un nudo en la garganta y a mi, tristes recuerdos, con un dolor que aún no sana.
Lograron estrujar el corazón de los asistentes a ese Encuentro Nacional de Periodistas.
Explotó el orgullo de estar cerca de su valentía, de su arrojo para no guardar silencio y desatar la rabia contenida.
Periodistas y familiares, víctimas del homicidio, de las amenazas, de desapariciones y desplazados, unieron sus voces para gritar ¡Basta!
Para denunciar ese abandono, la nula protección y hasta la falta de apoyo de ti, de mi y del ¡Gremio!
Y del empujado odio social hacia el ¡Periodista!
“Lo triste y deprimente es saber y sentir, que ¡Estamos solos!
Ni un mejoral nos dan quienes se dicen defensores de periodistas”.
Fue la evidencia de la decepción y revelaciones crudas, con cifras alarmantes, que inundó de dolor el ambiente en ese auditorio universitario.
Los datos precisos y vivencias reales de cada una de los ponentes en esas mesas, hicieron estremecer.
Me hizo quebrar y recordar mis propios pesares. Mi vivencia de aquel asesinato.
Reviví el homicidio, la destrucción de mi propia estabilidad y el miedo ante la amenaza.
Estuvo ahí ¡La muerte! Se reunión el episodio de la ¡Impunidad!
El recuerdo de las balas y los asesinos que les quitaron la vida a unos padres, esposos, hijos o hermanos.
Fue compartir testimonios, lágrimas, dolor e ¡Injusticia!
Estremecer no sólo la piel y quebrar la voz, unir e impregnar en los asistentes y en las paredes del auditorio “Pablo González Casanovas”, el ¡No! Más silencio ni ¡Impunidad!
En ellas, la muerte dejó un cambio de vida, y en ellos, la muestra palpable de la falta de ¡Unión! Gremial.
La carencia de sensibilidad de nosotros los periodistas para abrazarlos y sentir nuestro ¡Su calvario!
Eran quienes sufrieron el impacto de ver abatido por las balas a un periodista.
De sentir ese miedo de persecución, abandono y de afectar, incluso a sus propios hijos con el desplazamiento.
Eran esposas, que narraron el horror de tener a la muerte siguiéndolas, y de de huir de sus lugares de origen para evitarla.
De enfrentar constante indolencia y omisión oficial.
Fueron rostros y voces que dieron la cara y narraron que las balas carcomieron más que la piel ¡Su propia vida!
Fue sentirse solos en su lucha y abandonados por el gobierno mexicano y el gremio.
“Es triste el evidente ¡Silencio! Necesitamos unirnos y respaldarnos”.
¡Rechacen! El Mecanismo de “Protección” gritó quien fue obligado a pedir refugio en Estados Unidos.
No se acojan a el y pidan se audite, recomendó quien abandonó Chiapas.
El Mecanismo tiene que reestructurarse, dijo con firmeza, porque comprobé su ¡Ineficiencia!
–Te dan refugio y una despensa, y eso no es suficiente, no protege la vida.
La voz de algunas de las ponentes se quebró por momentos.
Se denunció a quien fuera diputada priísta y presidenta municipal en Guerrero.
Al mismo gobierno de Evelyn Salgado, que no respaldó a la locutora indígena que casi pierde la vida.
Sus casos me llevaron a mis propios recuerdos; revivir el homicidio y el calvario de hace 30 años.
Sentí mío su pesar, su exigencia de ¡Justicia!
Su enojo a la indolencia, a la omisión e ¡Impunidad!
Hasta su miedo a una familia ¡Destruida! Y con reproches.
Salían las lágrimas, ellos aceptaban llorar en silencio, porque nadie ayuda y están sobreviviendo.
Su evidente dolor, flotaba en el ambiente durante ese Encuentro, que evidenció una cruda situación del periodismo mexicano.
Un encuentro que arrojó más que lágrimas y angustia.
¡Un resolutivo! De 14 puntos, qué tal vez otros, critiquen.
Que muestra fallas y muchas omisiones, por su premura de redacción, pero que lleva el alma y una exigencia real, de ¡No más muertes!
De libertad de expresión y no ¡Amenaza!
Un resolutivo, aún perfectible, que reunió esas voces presentes, y esas necesidades, expuestas en el recinto universitario.
Un documento que se elaboró en una aula de aquella Facultad de la UNAM, que me acogió como alumna en 1982.
Un resolutivo, que hizo eco de todas las voces en esas mesas.
Hasta de aquella discordante que por momentos, empujó al enojo e hizo mueca de burla hacia su interlocutor.
Voces que quisieron estar ahí, con la ausencia de otras que hoy acusan de un encuentro con trasfondo político.
Un Encuentro que solo lleva el ¡No! Más homicidios de periodistas ni más Legislativo, Ejecutivo y Judicial, sordo,
ciego y omiso.
Un resolutivo que acusó al gobierno del presente y también del pasado.
Que exigió y exige periodistas, sin ¡División! De nadie.
Que demanda solución inmediata a la huelga en Notimex y mejores condiciones laborales para ejercer la profesión.
Que propone un Instituto Nacional del Periodista, en voz de Juan Bautista, de la Fraternidad de Reporteros.
Y yo, ¡autonomía! Real del Mecanismo de “Protección” y desaparición de propaganda política del gobierno de la CDMX, en las redes sociales de ese mecanismo.
Con exigencia de acciones efectivas para salvaguardar la vida del periodista y mejorar sus condiciones laborales.
Ponencias que coincidían de fondo y que enriquecieron un encuentro al evidenciar la violencia en contra del gremio.
Con aportación de Jan-Albert Hootsen, Sara Mendiola, Pedro Cárdenas y Balbina Flores.
De Témoris Grecko, Deyanira Morán, Ingrid Argüelles y Luisa Cantú.
Con las voces de Nashieli Ramírez, Luis Velázquez, José Luis Camacho, Ernesto Núñez y María Luisa Estrada, que se plasmaron también en ese documento.
Un resolutivo, que fue posible por el respaldo y cobijo en un recinto universitario ¡Autónomo! De prestigio que abrió Ericka Andrea Rodríguez Velázquez, coordinadora del Centro de Estudios en Ciencias de la Comunicación (CECC).
Un documento que se impregnó de la experiencia y trayectoria de Jorge Melendez y Leonardo Figueiras, representante de Carola García, directora de la FCPYS.
Con el empeño y organización de Alejandro Meléndez, Irene Galindo y Andrea García.
Con la aportación de Maru Rojas, Rodolfo Montes, Adriana Urrea, Juan Bautista y por quien esto escribe.
Con el activo respaldo de aquellos que desde atrás, empujaron el Encuentro Nacional de Periodistas.
Un encuentro y resolutivo que reúne las vivencias de ellos y ellas.
Familiares de periodistas de provincia asesinados o desplazados.
Que lleva impregnada la trayectoria, experiencia, vivencias, esfuerzo y necesidades reales de un gremio, que padece el peligro de ser ¡Periodista! En México.