Mastodon, la alternativa a Twitter

Mastodon

Estamos ante las que posiblemente sean las últimas horas de Twitter tal y como lo conocíamos. Entre despidos y ultimátums, Elon Musk se las ha apañado en pocas semanas para perder a la mayor parte de sus ingenieros. Y varios de ellos ya afirman que los que quedan no basta para mantener el servicio. “Twitter no puede funcionar sin ellos”, explicaba a The Verge un exempleado de la compañía tras la marcha al completo de uno de sus equipos. Los cerca de 240 millones de usuarios activos de Twitter han empezado a buscar una alternativa en Mastodon, una red social semidesconocida. Allí, esperan replicar la experiencia que Twitter les ha ofrecido desde que Jack Dorsey publicase el primer tuit en 2006. Pero no es tan sencillo.

En realidad también lo que le pasaba a Rochko es lo que le ha pasado a cualquiera que lleve en Twitter unos años: la desilusión con las diversas derivas de la red social y la constatación de que poco a poco Dorsey estaba consintiendo que se convirtiese en un caladero de discursos extremistas, cuando no de odio. La presidencia de Trump, que convirtió su cuenta personal tanto en frontispicio de sus políticas como en quebradero de cabeza para los moderadores, agravó la situación. Y, junto a los rumores que situaban a Thiel, heraldo tecnológico de Trump, como futuro dueño de Twitter, impulsó a Rochko a crear el germen de lo que hoy muchos ven como la única alternativa a las grandes redes de milmillonarios –hoy en caída libre– como Mark Zuckerberg o Elon Musk.

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Rochko, emigrante judio que llegó de Rusia a Alemania con 11 años –y que hoy tiene 29 años– considera que la base de Twitter –mensajes cortos lanzados a la plaza pública– merecía preservarse: “era algo importante para mí, también importante para el mundo y que no debería estar en las manos de una sola empresa”, contaba recientemente a Time. El informático, licenciado en una universidad pública alemana y que no se ha hecho rico –ni podría– con su proyecto, concibió Mastodon como una ONG. Bajo la que se despliega una red descentralizada, donde cualquiera puede poner en marcha su propia isla y normas (respetando las comunes, la primera de ellas es que no se admiten nazis. Tampoco es algo que estén consiguiendo con efectividad, pero sí es un lugar más limpio que Twitter), interconectada con las demás. Sustentada bajo la microfinanciación colectiva (actualmente compuesta por poco más de 4.500 micromecenas cuyas aportaciones no llegan a los 20.000 dólares), y unos mil patrocinadores individuales (que aportan unas pocas decenas de miles de dólares más), la idea es que Mastodon no se pudiese comprar. No está en venta, no tiene empleados tradicionales más allá de Rochko –las “islas”, llamadas instancias, las mantienen voluntarios– y, ahora mismo tiene un grave problema: ha llegado demasiada gente de golpe.

En los últimos cinco años –y tras un par de intentos de migración derivados de los excesos de Trump y las carencias de Twitter a la hora de frenarle a él o a otra gente horrible como Alex Jones–, Mastodon apenas había superado los 200.000 usuarios activos: menos de un mastodontero por cada mil tuiteros, si lo prefieren. Y que apenas suponían un 5% de los más de cuatro millones de usuarios registrados. Pero las cosas están cambiando. Rochko ya apuntó en un par de mensajes a lo largo de los años que Mastodon crecía cuando la frustración con Twitter alcanzaba sus límites. Y Twitter nunca había vivido una situación como la actual.

Aún así, el servidor de Rochko, el principal, sugerido por defecto, mantiene hoy a 208.000 usuarios activos, y la red está creciendo a un ritmo de millones de usuarios nuevos al día. Muchos menos de los que se están yendo de Twitter, eso sí. La red no es sencilla de utilizar para el neófito: darse de alta es un proceso quizás demasiado elaborado para la facilidad de entrar en TikTok o en la propia Twitter. Y, peor, su falta de usuarios hasta ahora daba vértigo a los que llevan desarrollando sus tejidos sociales durante más de una década en los referentes. Que personalidades como Ana Pastor, que cuenta con más de dos millones de seguidores, luzcan a la hora de escribir estas líneas 16 seguidores en Mastodon da una idea de todo el camino que queda por recorrer para erigirse en alternativa real.

Hoy, navegar por un tuiter convencido de que el fin se acerca es prácticamente un reguero inagotable de “este es mi usuario de Mastodon”. Mientras, los servidores se acercan al límite de su capacidad. Rochko y sus sponsors no tienen suficiente músculo técnico ni financiero para escalar la red. Corren un cierto peligro de morir de éxito. Y, sin embargo, para millones de usuarios son la única esperanza que queda a este lado de Musk.

 

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