“Advocatus”

Daniel Vergara

Por: Daniel Vergara.

¿Es necesaria la colegiación de los abogados, para garantizar su integridad cuando son contratados por la ciudadanía?

Vayamos a los antecedentes de la noble profesión de la abogacía.

Según José María Martínez Val, la abogacía nació 3,000 años antes de Jesucristo en Sumeria con motivo de la defensa de una mujer gravemente acusada; el primer gran recopilador de leyes en la India, Manú, ya hacía referencia: “Sabios en las leyes podían ilustrar sin estipendio alguno a quien lo necesitare”.

Igual tradición refiere el Antiguo Testamento entre los hebreos y semejante fenómeno ocurrió en Israel; es decir la actividad no era profesional, sino por el contrario totalmente honoraria, pero otorgaba distinciones e influencias; la tradición referida llegó a Grecia y de ahí pasó a Roma; en esos países la abogacía era una actividad desempeñada por los selectos, ricos, poderosos; no se admitía a los esclavos ni a los desertores; abogar era privilegio de caballeros.

En Grecia los dedicados a la abogacía eran excelentes oradores, y destaca entre ellos la figura de Domestenés que vivió del año 384 al 322 antes de Cristo.

En Grecia, originalmente y conforma la tradición Hindú, Hebrea e Israelita, no sé cobraba el ejercicio de la actividad de los abogados; se recuerda a Atisoaes, como el primero que recibió formalmente un pago por sus servicios profesionales; a Pericles se le conoció como el primer abogado profesional; fue en Grecia, precisamente, donde la abogacía fue reconocida primero como una profesión y Solón fue quién reglamento su ejercicio.

En Roma, los patricios fueron los encargados de defender a las personas en conflictos jurisdiccionales, tampoco se les permitía cobrar por sus servicios, aunque después también se profesionalizó la actividad; se les llamó Advocati Patroni y Causidici y también fueron sujetos de reconocimiento y mérito.

Formalmente la abogacía se constituyó en una verdadera profesión, hacia la segunda mitad del siglo VI cuando Justino, emperador de oriente, constituyó la primera corporación de abogados y obligó a su registro en ella a cuantos fueran a abogar en el Foro, de tal forma, que la orden o Militia creada, como se les llamó, tuvo la incorporación obligatoria de los abogados; hay autores que afirman que fue Justiniano, monarca predecesor y abuelo de Justino quién creó la Militia u orden como primer organismo de Abogados; sin embargo, hay otros, como Pallares, que afirman que la creación de estas corporaciones fue la época de Ulpiano que vivió del año 170 al 228, cuando, según él, se unieron los abogados en Colegio Togatore.

En España, a fines del VX y a principios del XVI, la abogacía dejó de tener la honra, el crédito y el honor que tuvo con anterioridad y por ello los abogados para recuperar el prestigio perdido, se agruparon en asociaciones profesionales que llamaron Gremios, los que tenían un profundo espíritu religioso; no es fácil determinar con precisión cual fue el primer Colegio, algunos afirman que fue el de Zaragoza, quién supuestamente se fundó en 1543 y fue legalmente reconocido en 1576; posteriormente se fundó en 1592 el Colegio de Valladolid y en 1595 el de Madrid el cual equivocadamente se le ha señalado como el primero y por cierto, ha alcanzado prestigio y reconocimiento mundial.

En España a partir de 1844 hasta la fecha, es obligatoria la colegiación de los abogados.

En México donde la colegiación no es obligatoria, y los colegios de abogados cada día son más, pareciera ser, que solo ya es un gremio que lejos de fomentar la ética y la actualización continua de tan noble profesión, solo se ha convertido en un grupo selecto donde impera la política y el amiguismo, e incluso para poder ingresar a uno de los colegios debidamente registrados ante profesiones, se debe contar con una buena recomendación.

Nuestra profesión ha sido tal vez la más vilipendiada de todas las que existen, ha recorrido todos los rincones del planeta y nos ha provocado un estigma lacerante, con nuestra falta de madurez, de profesionalismo, hemos estimulado una concepción negativa que se tiene de nosotros.

Debemos, obrar como hombres de pensamiento y pensar como hombres de acción, la tarea no solo es conocer, sino actuar precisamente para dar plenitud y vida a la misión de la abogacía, el profesionista deberá conquistar su formación moral y desarrollar su intelecto académico, donde jamás se apague el humanismo y esa gracia infinita de abogar por la igualdad.

“Entonces comprendí, que había hombres con el don de ser el grito de quienes se quedan sin voz”.

    

Abogado Penalista, especialista en Derechos Humanos.

@DanielV13802115