Han pasado solo unos días de la desaparición física del escritor y poeta mexiquense Marco Aurelio Chavezmaya (1960-2019), autor al que debemos una lectura atenta de su obra, vasta si se mira el número de títulos y géneros que abarca desde la publicación de su primer libro de cuentos “Los amorosos”, hace 35 años. Ha pasado mucho tiempo desde entonces, pero no lo olvido leyendo fragmentos de ese libro de cuentos en el incipiente Centro Toluqueño de Escritores, del cual es fundador asociado. De una manera u otra, Marco Aurelio siempre estuvo presente como un referente de la búsqueda de una voz plena, que toca la poesía, el cuento y la crónica de su natal Metepec, Estado de México.
Taciturno, parsimonioso, sentencioso, así era nuestro Marco Aurelio. No le gustaba la sobreexposición pública, pero tampoco pasaba por alto ningún comentario sobre su persona, pues para él escribir era una aspiración permanente por alcanzar la más alta cima del arte. “Yo soy un escritor que busca la belleza en su arte. Belleza en el contenido y en la forma, es una manera de decir que busco la excelencia. Quiero escribir de la mejor manera posible. Me gusta la idea de conmover al lector con esa doble belleza”, dijo en una entrevista reciente.
Por eso, cuando uno voltea a ver el cúmulo de reconocimientos nacionales que obtuvo por su obra, comprende que esa afirmación no es una aspiración, sino una realidad. Le fueron otorgados el Premio Nacional de Poesía Iván Suárez Caamal en 2004; el Premio Nacional de Poesía Gilberto Owen Estrada en 2005; el Premio Nacional de Cuento Gregorio Torres Quintero en 2008; el Premio Nacional de Poesía Juegos Florales de San Juan del Río, Querétaro, en 2008; el Premio Nacional de Cuento Breve Agustín Monsreal en 2009 y el Premio Hispanoamericano de Poesía para Niños, en ese mismo 2009.
Su obra respalda esas distinciones, pues abarca al menos cuatro libros de cuentos, la noveleta Memorias sensuales de Erot Méliés,los textos eróticos La carne, la agridulce carney el poemario Letras sencillas de amor y desamor, entre otros textos, incluyendo la crónica de bares y cantinas de la Ciudad de México, que resumen esa trayectoria artística. Como escritor oriundo de Metepec, Estado de México, desarrolló desde 1994 una labor de rescate y divulgación del patrimonio cultural de su municipio. De esa labor destacan las publicaciones Soy de Metepec, señores, y no vengo a presumir,recopilación de corridos y poemas,Historia de la alfarería en Metepec, Metepec, pueblo viejo, La Tlanchana, la sirena de Metepec, Un pueblo como son todos los pueblos, Metepec el grandey la monografía Metepec 2000,entre muchos otros.
Hay que volver la mirada a esa obra literaria vasta y generosa de un hombre que quiso “trascender como escritor, dejar mi nombre inscrito en las letras mexicanas”, aspiración que es directamente proporcional al interés de sus lectores, quienes tenemos, repito, una deuda con esta obra vasta de un hombre singular, comprometido con su literatura, confiado a su árbol genealógico y su tierra, que siempre lo nutrió de las mejores historias y metáforas de su obra. Honor a quien honor merece; admiración a quien escribió sin cesar la historia de su vida, una historia que es de todos sus lectores.