A la caída del imperio romano de Occidente, la Iglesia lo sustituyo.
Octavio Paz
En esta semana de mayo las cosas entre Estados Unidos y China se pusieron color hormiga cuando el gigante informático y proveedor del sistema operativo Android (Google) que utilizan millones de usuarios de teléfonos móviles en el mundo, por motivo de una lista negra comercial norteamericana, afirmó que dejaría de actualizar el programa informático instalado en millones de móviles de la empresa China Huawei.
Quizá lo más relevante no es justamente la medida (que al momento se pospone de acuerdo con los medios de comunicación) sino lo que hay detrás de esta guerra comercial, que incluye por supuesto la tecnología, como medio de desarrollo económico.
¿Qué es lo que verdaderamente está sucediendo? La respuesta no es sencilla de responder, pero seré concreto: a Estados Unidos se le acaba el gas como potencia económica hegemónica e intenta enderezar el barco de sus déficits comerciales. Esto es, Estados Unidos compra más de lo que vende, esto le pasa al menos con sus socios comerciales más importantes entre ellos, por supuesto China.
Por otro lado, China ha comprendido desde hace tiempo que para ser la potencia a la que aspira, necesita adueñarse de la tecnología y del mercado tecnológico, arma tan poderosa como el armamento norteamericano. De hecho, en pasadas ediciones de #RazónEnBlanco comenté sobre un proyecto ruso de aislamiento de su red tecnológica nacional para protegerse de ciberataques.
Esta dinámica geopolítica resulta natural cuando leemos de historia e intentamos comprender la naturaleza humana de poder y dominación. De lo que no hablaré aquí pero que resulta importante mencionar.
La llegada de Trump al poder es un síntoma que se repite en varias democracias occidentales: romper con el establishment y volver al glorioso pasado en el que todo iba mejor (fantasía desde luego, pero de eso viven algunas sociedades). Trump es una esperanza para que Estados Unidos se mantenga en la gloria de un imperio que todo indica, está por caer. No porque así lo desee más de la mitad del planeta sino porque es lo normal si revisamos los libros de historia.
Que una empresa norteamericana (“símbolo del capitalismo y el mercado libre más puro”) deje de vender, es un síntoma de que el capitalismo no le esta funcionando al mundo libre. No es nuevo esto del proteccionismo norteamericano evidentemente, y menos con la administración de Trump, lo que resulta interesante preguntarnos es: ¿Cuánto durará en caer la hegemonía? de eso dependerá en gran medida la estabilidad macroeconómica, pero también Europa, México y Canadá pueden aprovecharlo, ya sabe usted: a río revuelto, ganancia de pescadores.
Carlos Gonzalo Blanco Rodríguez
Abogado internacionalista y catedrático universitario.
Correo: cgonblanc@aim.com