En las últimas semanas hemos visto como poco a poco nuestra calidad del aire se ha deteriorado, derivado de los incendios forestales que se presentan en gran parte del centro y sur de la república mexicana. En la Ciudad de México (CDMX) y Zona Metropolitana, los reportes de la calidad del aire van de mala a muy mala, los registros del Índice Metropolitano de la Calidad del Aire (IMECA), indican que se rebasa las 150 unidades, lo que equivale a fumar 40 cigarros al día. Éste es uno de los muchos problemas ambientales que enfrenta México, si bien, este daño atmosférico es temporal, no sus consecuencias, sus impactos son muy superiores a lo que se llega a ver a simple vista. La estadística dice que el 98% de los incendios forestales son causados por actividades humanas, y el 2% por causas naturales.
Los incendios forestales destruyen la biodiversidad, aumentan la desertificación y la disminución de la calidad del agua y de la atmósfera, siendo éstas las consecuencias visibles posteriores a un incendio, ahora bien, debemos tener en cuenta que la recuperación de los bosques dañados -si es que se logra-, puede tardar varios años.
Los daños en los ecosistemas son graves, siendo la destrucción a la biodiversidad uno de los principales, por ejemplo, un incendio forestal cambia la estructura y composición de la biota local, la fauna silvestre con menor movilidad y con hábitat restringidos padece el mayor impacto en un primer momento, y en algunos casos, según la severidad del incendio, la extinción local de ciertas especies. El resto de especímenes que ha sobrevivido refugiadas en el sitio, o bien, que han logrado escapar y regresar a su nicho, se enfrentan a un proceso de regeneración complicado, ya que las condiciones de hábitat posteriores a un incendio no son nada prometedoras, siendo la cadena trófica la más dañada.
Los ejemplares que ya no regresan a su área de dispersión y se asientan en otras zonas, llegan a alterar el equilibrio ecológico de su nuevo hábitat, creando diversos conflictos. Es importante señalar que los bosques fragmentados por los incendios generan problemas de conectividad, poniendo en grave peligro el flujo genético y la supervivencia de las especies a largo plazo.
Un factor importante a señalar, es que donde hubo incendios y destrucción de la cubierta forestal, si no se realiza un correcto trabajo de reforestación y restauración, el sitio puede ser ocupado por nuevas especies, distintas a las que habitaban el antiguo bosque, provocando un grave desequilibrio ecológico.
Un bosque actúa como una esponja, que absorbe la precipitación pluvial, retiene los suelos y libera agua a intervalos regulares de tiempo. Este tipo de regulación ayuda a moderar los efectos destructivos de las inundaciones y de las sequías. Cuando se pierde la cubierta forestal, el agua fluye rápidamente hacia los cauces más cercanos, lo que eleva los niveles y pone en riesgo a las comunidades rivereñas, poblados, ciudades y campos agropecuarios, especialmente en la época de lluvias, el daño ecológico más grave causado por este desastre natural, según diversos expertos.
La cubierta forestal ayuda a mitigar las altas temperaturas, y cualquier superficie arbórea ayuda a menguar las islas de calor –comunes en las zonas urbanas-, un bosque aumenta la humedad local a través de la transpiración, proceso mediante el cual las plantas liberan agua a través de sus hojas, lo que contribuye a la precipitación local. Cuando se pierde la cubierta forestal por un incendio, la precipitación pluvial disminuye en el área, quedando expuesta a la sequía, si no se restaura el área, en poco tiempo puede volverse árida o presentar serios problemas de degradación de suelos.
Desgraciadamente no sólo la flora y la fauna sufre afectaciones, el suelo y el agua también presentan graves daños. De acuerdo a la intensidad del incendio la tierra puede quedar casi estéril y limitar la recolonización de especies autóctonas o nativas. Debido al fuego, el suelo se vuelve impermeable e impide la penetración del agua. La actividad bacteriana y de los hongos, trascendentales en los procesos biológicos del suelo se ven también muy afectados. La sucesión de nuevos fuegos o incendios constantes en la misma área y lluvias torrenciales, incrementan la erosión y la pérdida de la fertilidad de los suelos.
Ahora bien, como mencioné líneas arriba, el centro y sur de la república mexicana se han visto en serios problemas ambientales, envueltos en una nube rojiza con olor a maderas, no es más que la fragancia de la extinción de un ecosistema, víctima de la codicia humana. Los incendios forestales no sólo destruyen, sino que también contaminan, después de extinguirse el fuego, la mineralización de la materia orgánica vegetal provoca una momentánea fertilidad del suelo, pero la gran mayoría de éstos nutrientes es muy volátil y pasan a la atmósfera o son disueltos por corrientes de agua, además, como efecto derivado de la combustión de las masas forestales, diversas partículas y gases, como el dióxido de carbono “CO2”, acabando en la atmósfera favoreciendo el efecto invernadero.
El gobierno mexicano le ha apostado a la sustentabilidad de sus recursos naturales, con base en mi experiencia, si se realiza correctamente es 100% efectiva, sin embargo, ésta ha sido dañada ya sea por corrupción, omisión o por ignorancia, déjenme llamarla así, ya que los incendios provocados dejan ver oscuros sentimientos sin valores y ética, apegados a costumbres mezquinas. Las pérdidas económicas ocasionadas por un incendio forestal son considerables, la madera y sus productos derivados, desde papel, gomas, productos farmacéuticos, combustible, productos alimenticios, entre otros, ya no pueden aprovecharse, siendo las comunidades locales las más perjudicadas, recordemos que nuestras regiones con mayor pobreza y rezago social son aquellas con una gran riqueza natural. También el sector turístico se ve dañado, ya que pierde su atractivo, y la inversión para restaurar las zonas afectadas supone un gran gasto económico, aunado a la participación o voluntad política y social, que no siempre se ve recompensada.
Si bien es cierto, los incendios forestales –de manera natural- han ocurrido siempre, y se consideran importantes para el funcionamiento de los ecosistemas, ya que enriquecen el suelo con minerales y ayudan a la regeneración de la materia vegetal, el problema ha surgido con el aumento en la cantidad de incendios, que sobrepasa la capacidad de recuperación natural, recordemos que el 98% de los incendios forestales son provocados por actividades antrópicas, y el 2% por causas naturales.
Más allá de ser fatalista, mi finalidad es mostrar el daño que las actividades humanas inconscientes le están provocando a nuestro planeta, debemos reflexionar y actuar ahora que tenemos tiempo, mañana será muy tarde, educa a tus hijos, enséñales a respetar la naturaleza un bien que es de todos, y que nos ofrece tantos servicios de forma gratuita, sin ellos, nuestra especie se condena a la extinción.
La solución a los problemas ambientales no está en el Gobierno, o en el diseño de políticas innovadoras, la solución está en nosotros, como sociedad debemos tomar conciencia sobre los daños que de forma cotidiana e irresponsable provocamos a nuestro planeta, debemos exigir respeto por el medio ambiente y no contribuir a su deterioro, siempre he dicho, es cosa de sentido común, pero es un sentido no tan común en nuestros días.
Antero Carmona
*El autor es Médico Veterinario por la UAEMex. Ambientalista, incansable difusor de la protección, conservación y desarrollo sustentable de los recursos naturales, y promotor del trato digno y bienestar animal.
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