El pasado 3 de mayo el presidente López Obrador dijo que el secretario general de la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE), el mexicano José Ángel Gurría (1950), “no tiene mucha autoridad moral que digamos”.
Y añadió, en la comparecencia mañanera, “¿saben ustedes cómo se le conocía a Ángel Gurría? Como el Ángel de la Dependencia, porque él pronosticó que llegaban los tecnócratas para quedarse siempre, que iban a ser eternos”.
Gurría fue primero secretario de Relaciones Exteriores y luego de Hacienda del presidente Zedillo (1994-2000) y desde junio 2006 es el secretario general de la OCDE, organización que reúne a las economías más desarrolladas del mundo entre las que se encuentra México.
La reacción del presidente, que nunca acepta ninguna crítica a su persona y gobierno, se dio ante el Estudio Económico de la OCDE para México que se dio a conocer anunció el 2 de mayo pasado.
Es el estudio anual que la organización realiza sobre los países miembros. Gurría lo entregó al presidente en la Ciudad de México y lo que señala el documento no le gustó. Él solo sabe recibir elogios.
Se trata de un trabajo de los investigadores de la OCDE que gozan de prestigio internacional. La descalificación del presidente al secretario de la OCDE lo es al documento y a la organización.
La OCDE recomienda al gobierno de México hacer una reforma fiscal que le permita obtener más recursos a través de los impuestos, para impulsar el desarrollo y reducir la desigualdad entre los mexicanos. Se señala que el país sigue siendo uno de los que menos recaudan en América Latina y el Caribe.
El documento plantea, entre los problemas que impiden el crecimiento económico, el estancamiento de la productividad, el bajo rendimiento educativo, los obstáculos a la competencia y la economía informal que es del 60 %.
Se señala también la situación de Pemex que pone en riesgo la estabilidad económica del país. Y se subraya el problema de la debilidad del Estado de derecho. Todos los señalamientos anteriores son los que no gustaron al presidente.
Lo que más le molestó son las expectativas de bajo crecimiento el PIB para el 2019 que están en torno al 1.0 % muy por abajo del 4.0 % que el presidente anuncia en todos los lugares y que nadie con un mínimo de información acepta.
El presidente en la misma comparecencia, donde descalificó a la OCDE, la organización no hará ningún comentario, aseguró que su gobierno va a ganar a todos los que pronostican que habrá un bajo crecimiento del PIB en el país.
Lo que el presidente utiliza como el argumento más sólido para decir que el crecimiento del 4.0 % está asegurado es “porque en su gobierno ya no existe la corrupción” y “cuando hay corrupción no hay crecimiento o se afecta mucho el crecimiento”.
En el razonamiento del presidente no hay valoraciones económicas y tampoco políticas. El crecimiento del PIB depende solo de la ética, reducida por otro lado solo al tema de la corrupción. En su ética, por ejemplo, la mentira no es un problema.
Twitter: @RubenAguilar