El presidente López Obrador y su familia vive una vida sencilla y él en ejercicio de su cargo ha decidido prescindir de una serie de prerrogativas e instrumentos de trabajo que considera superfluos e impropios de lo que piensa debe ser una presidencia austera.
Desde su punto de vista, la austeridad republicana a la que con frecuencia menciona en los discursos y hace realidad en la vida de todos los días se propone poner fin a los excesos de quienes lo antecedieron en la presidencia.
Su austeridad personal y familiar habla de alguien que asume como un gran valor la vida sencilla que ha decidido poner un alto a cualquier privilegio personal que pueda derivarse de su cargo.
Ese mismo personaje sencillo y austero en la vida personal en la vida como presidente todos los días miente sin el menor recato, engaña, traiciona acuerdos y acusa en público a sus adversarios sin tener pruebas.
Y también utiliza el privilegio de la tribuna presidencial, para insultar y descalificar a los que no piensan como él. El único pensamiento y proyecto que vale es el suyo.
El hombre sencillo y austero de la vida personal en la vida pública se convierte en un personaje autoritario que se ha propuesto controlar a los otros poderes del Estado y se pone por encima de la ley.
Al inglés Aldous Huxley (1894-1963) le impresionó la vida profundamente contradictoria del sacerdote capuchino François Leclerc du Tremblay (1577-1638), que en su congregación se le conocía como el padre José de París.
El padre José fue el brazo derecho del cardenal Richelieu que fue primer ministro del rey de Francia. El capuchino, dice Huxley, en su vida privada es un hombre “apasionadamente preocupado por conocer a Dios, familiarizado con las más altas formas de la gnosis cristiana, que ha pasado por lo menos por los estados preliminares de la unión mística”.
Y ese mismo personaje es capaz de todo, por convicción patriótica, para que se prolongue lo más que se pueda la terrible Guerra de los Treinta años, con un propósito preciso: destruir el poderío de los Habsburgo, para engrandecer a Francia. La guerra provocó la aniquilación de un tercio de la población de la Europa central.
En 1941, Huxley escribe Eminencia gris, donde se adentra en su esfuerzo por entender la psicología del padre José. Nos presenta a un individuo de enorme complejidad y con rasgos de esquizofrenia. En él viven dos hombres, de un lado, el monje humilde y austero, y del otro, el político y diplomático implacable.
Huxley explica lo que ocurre al padre José con lo que llama la “ambición vicaria”. Para las personas que están en esta situación el fin justifica los medios siempre que no se usen a favor de su persona, pero sí para la gloria y el poder de un Estado, de una institución o una idea.
Los ambiciosos vicarios suelen ser grandes idealistas, en cuanto a los propósitos, e implacables realistas en cuanto a los medios que se debe de utilizar, para obtener el fin que persiguen. En todo caso es una ambición más sutil, más refinada y al mismo tiempo más perversa.
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