La violencia en Zitácuaro, Michoacán, ha llegado a un nivel alarmante, y el presidente municipal, Juan Antonio “Toño” Ixtláhuac Orihuela, ha reconocido abiertamente que su gobierno está completamente sobrepasado por la criminalidad. Sin embargo, en lugar de ofrecer soluciones claras, su administración parece más preocupada por justificar su inacción frente a los crecientes hechos violentos que sacuden al municipio.
Un enfrentamiento sin control
El 19 de junio, un tiroteo entre grupos armados desató un caos absoluto en Zitácuaro. Durante más de tres horas, sicarios se enfrentaron en el centro del municipio, provocando una tragedia que terminó con la vida de un niño de cinco años, Evan Abdón, quien recibió un disparo en la cabeza. Además, sus dos hermanos y su madre quedaron heridos. Este tipo de violencia, que parecía impensable en un municipio como Zitácuaro, ha revelado lo que muchos temían: la falta de control de las autoridades locales.
Pero la tragedia no solo se limitó a la pérdida de vidas inocentes. Durante el enfrentamiento, los sicarios incendiaron un establecimiento comercial y un autobús, mientras que los conductores de transporte público fueron obligados a bloquear las rutas de acceso y salida del municipio. La ciudad, ahora más que nunca, parece haber quedado bajo el dominio de la delincuencia organizada.
Alcalde rebasado y sin respuesta
Lo más grave de esta situación es la falta de respuesta contundente por parte del alcalde Toño Ixtláhuac, quien, en lugar de ofrecer soluciones eficaces, simplemente reconoció que su gobierno estaba “rebasado”. Esta confesión, lejos de calmar a la ciudadanía, demuestra una alarmante falta de preparación y capacidad para enfrentar la violencia en la región. La declaración de Ixtláhuac es el reflejo de una administración incapaz de proteger a sus ciudadanos y de implementar medidas efectivas para restablecer la paz.