CADA JEFE MANDA EN SU AÑO

Heredar un mandato, dejar sucesión de poder o garantizar la continuidad del ideario político, son propósitos que en el ocaso de cualquier administración se convierten en prioridad.

A un presidente, gobernador o alcalde que termina su periodo, le asiste siempre el deseo de dar continuidad a lo inconcluso, evitar dolores de cabeza con hallazgos a veces injustos o demostrarle al pueblo que siguen mandando; sin embargo quienes reemplazan, más allá de deslealtades que puede haberlas, se cansan de la presión de aquellos que: desde afuera quieren seguir adentro.

Así las cosas, los sustitutos del poder, en poco tiempo dejan de ser comodines de bolsillo con delegación o encargo indefinido y se vuelven tan impredecibles que los que les conocen, ven la necesidad de conocerles de nuevo.

Hacen lo inesperado, se vuelven acertivos, lo que dicen se torna más inteligente que su silencio, nadie sabe de sus próximos movimientos, mientras la soledad se apodera de los promotores que pensaban ser dueños de cada determinación y cada jugada.

Y claro, “dejar sucesión” les lleva a creer: “prefiero ganar un céntimo sin firmar que millones firmando”, el asunto nada tiene que ver con dinero, perder el poder y asumir que otro lo tiene, deprime a los que se consideran eternos e invensibles.

Las jefaturas tienen caducidad, deben evolucionar en torno a la constante renovación incluso del ideario y la adaptabilidad, el asunto es que comiencen a entenderlo para hacer más fácil el crecimiento de los procesos.

Cuando hay confianza y efectividad verdaderas, todo debe fluir sin tropiezos a expensas de los que se creen atornillados al poder.

Por FREDDY SERRANO DÍAZ
Estratega Político