El “Espíritu Santo” no se equivocó, esta vez

Por Fred Álvarez Palafox*

¡Sorpresa!

Robert Prevost Martínez (OSA) es el nuevo Papa y decidió llamarse León XIV; es el número 267, el primero de origen estadunidense en la historia de la Iglesia católica y fue electo en la cuarta votación del  cónclave, nunca antes habían participado tantos cardenales electores en uno, de más de 70 países, eso lo convierte en histórico.

La fumata blanca que anunció el  Habemus Papam! la pudimos ver a las 10:08 horas de México. Y tras el avistamiento del humo, miles personas en la Plaza de San Pedro celebraron con gritos y aplausos que se haya escogido al nuevo obispo de Roma.

Más tarde, desde la logia de la Basílica de San Pedro, el cardenal protodiácono, el francés Dominique Mamberti, lanzó la tradicional fórmula en latín: “¡Os anuncio una gran alegría: tenemos Papa!”.

De inmediato, Robert Prevost pidió a los fieles que fueran seguidores de Cristo: “El mal no prevalecerá”; además lanzó un “llamado a la paz a todos los pueblos”.

“Dios nos ama a todos incondicionalmente”, recalcó.

Recordó, además, de igual forma, a su predecesor: “¡Gracias al papa Francisco!”, algo que no hizo un día antes en misa  Pro Eligendo Romano PontificeGiovanni Battista Re, un error imperdonable, ya que tanto en 2005, como en 2013, se hizo mención tanto de Juan Pablo II, como de Benedicto XVI, respectivamente.

“Y si me permiten también una palabra, un saludo –dijo el nuevo Papa–: A todos aquellos, en modo particular, a mi querida diócesis de Chiclayo en el Perú. Un país –agregó– donde un pueblo fiel ha acompañado a su obispo, ha compartido su fe y ha dado tanto para seguir siendo una Iglesia fiel de Jesucristo”.

¡Quién es el nuevo Papa?

Su nombre hasta hoy en la mañana fue el de Robert Prevost Martínez, cuando juró se convirtió en León XIV, es norteamericano, originario de Chicago, nació el 14 de septiembre de 1955, un religioso de la orden de los agustinos. Hijo de Louis Marius Prevost, un educador de raíces francesas, y su madre, Mildred Martínez, hija de inmigrantes españoles y maestra en educación.

El nuevo Papa ingresó al noviciado de la orden de San Agustín (OSA) en 1977, e hizo sus votos solemnes en 1981, pero se ordenó en Roma hasta 1982. Y fue en 1985, tras un doctorado en derecho canónico en la Pontificia Universidad de San Tomás, que decidió irse de misionero al Perú; en aquel país –su segunda patria–, fue primero canciller de la Prelatura Territorial de Chulucanas, luego director del seminario agustiniano de Trujillo y también sacerdote de una diócesis de la periferia de esa ciudad.

Regresó a Chicago en 1999 tras ser electo como provincial de los agustinianos, pero dos años después,  en 2001, tuvo que irse a Roma, porque resultó electo Prior General de la Orden de San Agustín, cargo que mantuvo por dos mandatos y un total de 12 años (de 2001 a 2013).

Ocho años después ya como obispo de Chiclayo en Perú, fue presidente de la Comisión para la Educación y Cultura del episcopado peruano y miembro de Cáritas de ese país, pero para ser cardenal debía ingresar a la Curia Vaticana, Francisco aprovechó la renuncia por motivos de edad del cardenal canadienses Marc Ouellet, y nombró en su lugar a Prevost  como prefecto del Dicasterio para los Obispos, que elige a los monseñores de todo el planeta, y también lo puso como presidente de la Pontificia Comisión para América Latina, gracias a su gran conocimiento sobre la realidad y las periferias del subcontinente.

Y de manera natural en el noveno Consistorio del papa Francisco celebrado el 30 de septiembre de 2023 le entregó el birrete  cardenalicio, y lo creó cardenal diácono de Santa Mónica y, posteriormente, promovido al orden de los Cardenales Obispos.

Las reacciones son muchísimas, todas buenas, las casas de apuesta se equivocaron.

Un dato curioso, dos días después de la muerte de Francisco, me fui a desayunar con un grupo de amigos y con un sacerdote, quien me autorizó mencionarlo, se trata de Manuel Corral, canónigo del Cabildo Metropolitano de la Catedral de México, muy cercano al cardenal Carlos Aguiar Retes, y nos comentó que la mejor decisión sería nombrar a alguien como Robert Prevost, dándome a entender que su jefe Aguiar lo tenía en alta estima, y una tercera persona en la mesa dijo, o sea, ¿es mejor ser amigo del Papa que Papa?

Que le vaya bien a León XIV, hubiera querido que se llamara Francisco II, pero su nombre obedece a motivos teológicos y filosóficos, que se vienen instalando en la Iglesia a partir de León XIII y de la cual Francisco fue parte, o sea los cardenales cumplieron cuando hicieron el perfil.