Por Carlos Rojas .
Lo que resulta particularmente alarmante es la reciente decisión de los diputados de Morena de rechazar una propuesta del PAN que buscaba reducir el precio de la gasolina para 2025. Esta iniciativa, que planteaba ajustes fiscales para aliviar la carga de los consumidores, fue desestimada por la bancada oficialista, dejando claro que la narrativa de apoyar a “los más pobres” queda descartada cuando así conviene a los intereses del gobierno.
En el discurso oficial, el gobierno de la mal llamada “Cuarta Transformación” ha insistido en que las políticas energéticas buscan alcanzar el sueño obradorista de la “soberanía nacional” y la estabilidad económica. Sin embargo, los resultados muestran lo contrario. No solo no se logró reducir el precio de la gasolina a los prometidos 10 pesos por litro, sino que hoy enfrentamos uno de los costos más altos en la historia reciente, posicionando a México entre los países con una gasolina de las más caras del mundo.
Esta situación afecta particularmente a los sectores más vulnerables, quienes deben destinar una mayor proporción de sus ingresos al transporte y a otros bienes y servicios que inevitablemente suben de precio ante el aumento en los combustibles. El impacto económico y social es profundo y desalentador.
El rechazo de Morena a una propuesta para aliviar el costo de la gasolina deja entrever que el panorama económico no cambiará en este sexenio. La experiencia de los últimos seis años nos recuerda que las promesas vacías no solo decepcionan, sino que también tienen un costo tangible para millones de mexicanos.
Para administrar el costo político de este golpe a la cartera de la gente, la presidenta hace uso de toda la fuerza del Estado y su aparato de propaganda. El Procurador Federal del Consumidor asegura que no hay incrementos en los combustibles y, en una lamentable declaración partidista, culpa a la oposición por haber aprobado la reforma energética durante el sexenio de Peña Nieto.
Lo que omite el procurador es que la reforma energética no dio origen a este gasolinazo. Por el contrario, se buscaba que hubiera tarifas diferenciadas y competencia para bajar los precios, una competencia que este gobierno ha paralizado cancelando permisos y rondas por razones estrictamente ideológicas y electorales. El verdadero origen de este gasolinazo es la política fiscal y la demagogia del gobierno de Sheinbaum.
La discusión sobre los precios de la gasolina no es solo un tema técnico o económico; es un reflejo de las prioridades del gobierno y del abismo existente entre sus dichos y sus hechos. En este caso, como en muchos otros, las decisiones tomadas han demostrado que la promesa de un mejor futuro quedó, una vez más, atrapada en el laberinto de las palabras incumplidas.
Feliz gasolinazo del bienestar.