Por: Liébano Sáenz
México ha sabido transitar por procesos complejos y en ocasiones muy traumáticos; hay resiliencia para encarar la adversidad doméstica y la que venga del exterior…
El país ha cambiado de manera sustantiva y lo ha hecho sin sobresaltos. No ha habido ruptura y todo ha transitado por la vía de los votos y las decisiones legislativas. Sin embargo, los resultados de este acelerado proceso de cambio de régimen que destruyó las premisas fundacionales de la transición política que inició en el siglo pasado, no acreditan mejoría en sentido alguno.
Lo más relevante en la 4T, como es la recuperación del salario mínimo y los apoyos monetarios directos a la población, se ha hecho por el ahorro acumulado y estabilidad económica de décadas, pero surgen nuevos retos: las finanzas indican que el modelo que entusiasma a millones con una pobre idea de justicia social ya se agotó, además del deterioro sustantivo de la infraestructura social.
Para México y para el mundo existe más que duda, preocupación por el arribo de Donald Trump a la presidencia de EU, personaje decidido a cambiar las coordenadas básicas de la relación económica y política de su país con el mundo. México, hasta hace poco, había sido un aliado confiable y socio comercial por más de tres décadas. Los problemas de la relación son estructurales, como migración, narcotráfico y el déficit comercial. En el paradigma existente el acuerdo comercial significaba una respuesta regional frente a otras áreas y países. El balance, después de todo, es exitoso, pero no desde la perspectiva de quien llegará al poder en enero. Los migrantes han aportado mucho a la economía, sociedad y cultura estadunidense, pero por su expresión ilegal a no pocos exaspera y de ahí el apoyo a las deportaciones masivas.
En perspectiva, México ha sabido transitar por procesos complejos y en ocasiones muy traumáticos. Hay resiliencia para encarar la adversidad doméstica y la que venga del exterior. El país encara la adaptación obligada, que no debe significar la pérdida del objetivo propio de la democracia liberal; los errores del pasado no son producto de ésta, sino de su insuficiencia en el desarrollo de ciudadanía, organizaciones políticas genuinamente representativas, una efectiva legalidad y justicia social. Un problema desde la base.
Las dificultades que enfrentaremos deben plantearse a partir de premisas fundamentales: más libertad, mejor democracia, equidad y justicia.