La desinformación en el ámbito de la seguridad y la defensa es un tema que debemos estudiar y abordar con responsabilidad, ya que en esta sociedad de la postverdad, lo que importa no es tanto el hecho en sí, sino el relato que se forma a su alrededor. Los grupos de crimen organizado son conscientes de esto. Es fundamental señalar que los mayores productores de droga no se encuentran necesariamente en los países que actúan como puentes; un ejemplo de ello es República Dominicana. Este país no produce coca ni otras drogas, pero sí es un punto clave para el tráfico de estas sustancias, tanto hacia Estados Unidos como hacia Europa, lo que representa una grave amenaza para la seguridad de los Estados.
La amenaza transnacional del narcotráfico acarrea serios riesgos: afecta la salud pública, socava la defensa y compromete la seguridad nacional. Sobre todo, destruye millones de familias en todo el mundo. Un claro ejemplo de esto es cómo las autoridades dominicanas son atacadas tras el mayor cargamento de droga incautado, como si todos fuéramos protagonistas de una película tipo CSI, donde se espera que todos los detalles sean revelados en las 24 horas posteriores a un hallazgo tan complicado. En este contexto, se comprometen vidas y se da un golpe significativo a la estructura del crimen organizado, que tiene profundas raíces en diferentes sectores de la sociedad. Es esencial entender que, aunque ese cargamento se haya detectado y confiscado, lo realmente importante es que nunca antes se había confiscado una cantidad tan significativa de cocaína en toda la región. Este golpe histórico ocurrió en el puerto de Punta Caucedo, donde se decomisaron casi 10 toneladas de droga, con un costo aproximado de 255 millones de dólares.
La narcopolítica y la narcocomunicación están muy interrelacionadas, y juntas atacan los procesos de seguridad y defensa de los Estados. Personas inocentes pueden verse dañadas por esta gran estructura delictiva, que actúa clandestinamente y se infiltra sin que nadie se percaté de su presencia, dejando que sus “aguas tóxicas” calen en la sociedad. En este gran tablero, estas estructuras buscan desacreditar a los gobiernos en sus esfuerzos por combatir dos plagas que han proliferado en América Latina.
Sin embargo, felicitar a las autoridades dominicanas por su labor no es suficiente; es necesario defender estas acciones y destacar el mérito de la inteligencia estratégica y la táctica eficaz que se implementaron en este caso.
Ahora es el momento de llevar a cabo la investigación correspondiente para asegurar que los responsables de este gran cargamento de droga sean procesados por la justicia. Esta histórica acción de inteligencia estratégica militar debe concluir con condenas significativas. Este logro ha marcado un precedente en la labor de las agencias antidroga en el Caribe; la Dirección Nacional de Control de Drogas (DNCD) sale por la puerta grande, en colaboración con la DEA. La seguridad debe ser un esfuerzo colectivo que enfrente tanto el narcotráfico como la desinformación, ya que ambas problemáticas afectan el bienestar de nuestras naciones.
Es vital que sigamos trabajando juntos, tanto las autoridades como la sociedad en general, para enfrentar estos desafíos y construir un futuro más seguro para todos.