Lic. Carlos Rojas
A medida que nos acercamos a las elecciones, la contienda entre Donald Trump y Kamala Harris se calienta, y el voto latino se convierte en un factor crucial que no se puede ignorar. Este año, la batalla no se define solo por los algoritmos y las estrategias de inteligencia artificial; es un viaje que va más allá de lo técnico y se adentra profundamente en la cultura y las tradiciones de nuestras comunidades.
El estratega Leonardo Gil ha planteado en sus análisis la imperante necesidad de movilizar el voto latino, especialmente en cruciales estados que en estos momentos tienen un empate técnico. La lucha se centra en siete estados claves que son: Wisconsin con 10 votos, Nevada con 6 votos, Michigan con 15 votos, Pensilvania con 19 votos, Carolina del Norte con 16 votos, Georgia con 16 votos y Arizona con 11 votos. Entre los siete, suman 83 votos electorales.
En estos 31 días que nos restan, cada voto cuenta, y las campañas deben tocar las fibras más profundas del corazón de nuestra gente. Es aquí donde entra el verdadero «sabor» que le puede dar a la campaña un chef de la estrategia que hable y sepa cocinar el taco al pastor, el sancocho, las arepas y el arroz con gandules. La conexión cultural es vital; entender que cada plato emana una historia, una vida, una comunidad. Enganchar a los votantes latinos requiere más que promesas; se trata de establecer una relación auténtica.
Para Donald Trump, el juego se ha vuelto un poco más fácil, pero a la vez complicado. Si bien ha logrado ganar terreno entre los votantes latinos, la campaña de 2020 lo vio perder este voto por un amplio margen. Sin embargo, con cada elección, ha ido incrementando su apoyo, aumentando su espacio en un sector demográfico que tradicionalmente ha respaldado al Partido Demócrata. Kamala Harris, por otro lado, posee la oportunidad dorada para revertir esta tendencia. Su campaña necesita ser capaz de resonar con las luchas y esperanzas de los latinos. Aquí es donde cada mensaje y cada evento deben realizar un homenaje a nuestra cultura y nuestra diversidad.
El clima electoral está marcado por la competitividad. La historia de las elecciones pasadas nos muestra que Trump tiene una ventaja que es difícil de ignorar, pero no hay nada que una buena campaña, una conexión genuina y un mensaje claro no puedan cambiar. Sus estrategas deben poner el ojo claro en este eslogan: la campaña tiene sabor latino; Kamala tiene que demostrar que puede poner «sabor» al voto latino, no solo en palabras, sino en acciones concretas y en la atención a las preocupaciones que afectan a esas comunidades, cometiendo menos errores en público.
En estos días decisivos, los War Rooms de ambas campañas deben estar afilados y preparados para actuar. Deben ser estratégicos, pero también creativos. Recordemos que, al final del día, lo que se encuentra en juego es el futuro de muchos. La pregunta es: ¿quién estará a la altura del desafío? ¿Quién sabrá moverse por los pasillos de nuestras culturas y tradiciones para asegurarse el apoyo de una población que es esencial para alzarse con el triunfo? Solo el tiempo lo dirá, pero una cosa es cierta: el sabor del voto latino será decisivo en las elecciones de este año. Como nos dijo Gil, las elecciones se definirán en español.