El FMI advierte sobre débil crecimiento en América Latina y llama a implementar reformas estructurales

Durante las reuniones anuales del Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial en Washington, el organismo internacional advirtió que el crecimiento económico de América Latina se mantendrá débil en los próximos años. Con una proyección de solo 2,1% para 2024, el FMI considera que la región no alcanzará niveles suficientes para garantizar estabilidad económica y social, subrayando la urgencia de reformar el modelo económico. Kristalina Georgieva, directora del FMI, alertó sobre el riesgo de caer en un “círculo vicioso de bajo crecimiento, descontento social y políticas populistas”, instando a los gobiernos a tomar medidas inmediatas.

Proyecciones de crecimiento y desafíos económicos

El FMI prevé una ligera mejora en la región con un crecimiento de 2,5% para 2025, una cifra que sigue siendo insuficiente para fomentar el desarrollo sostenible. La directora Georgieva señaló que América Latina enfrenta disparidades notables: mientras que Brasil y Perú presentan un crecimiento moderado en torno al 3%, otras economías como Argentina enfrentan una contracción del 3,5%.

En contraste, los países de América Central y el Caribe destacan con una tasa de crecimiento superior a la media global, impulsados principalmente por el dinamismo de sectores turísticos y de servicios. Sin embargo, la región en su conjunto enfrenta el desafío de elevar sus tasas de crecimiento para asegurar una economía más robusta y reducir las desigualdades estructurales.

Avances en la inflación y retos fiscales

A pesar del débil crecimiento, el FMI destacó los avances en la reducción de la inflación en varios países de la región. Para 2024, se prevé que la inflación en México se sitúe en 4,5%, mientras que Brasil y Panamá alcanzarían niveles de 4,3% y 1,3%, respectivamente. Sin embargo, la situación es crítica en Argentina y Venezuela, con tasas de inflación de 140% y 60%, aunque en este último caso se espera una mejora hacia 2025.

En el caso de Argentina, el FMI destacó como positivo su primer superávit fiscal en 16 años, así como una desaceleración de la inflación más rápida de lo anticipado. Estos avances son considerados como señales alentadoras en un contexto marcado por la incertidumbre y el desafío de implementar políticas fiscales sostenibles.

Relaciones comerciales y la influencia de socios clave

Estados Unidos sigue siendo el principal socio comercial de América Latina, especialmente para México, país que dirige aproximadamente el 80% de sus exportaciones a territorio estadounidense. Sin embargo, el FMI también resaltó el creciente papel de China como un actor económico clave en la región. En la última década, el comercio con el gigante asiático ha aumentado considerablemente, representando actualmente el 15% del total de las exportaciones de América Latina.

Este cambio en la dinámica comercial es visto como una oportunidad para diversificar los mercados, pero también plantea desafíos relacionados con la dependencia de productos básicos y las fluctuaciones en las economías globales. El FMI recomendó que, para evitar vulnerabilidades, la región fortalezca sus relaciones comerciales y busque equilibrar su dependencia de los principales socios.

La necesidad de fortalecer los “colchones” fiscales

El FMI enfatizó la importancia de construir “colchones” fiscales que permitan a los gobiernos responder a futuras crisis sin comprometer su estabilidad económica. La consolidación fiscal es un tema prioritario, aunque Georgieva subrayó que esta no debe hacerse a expensas de la inversión pública ni del gasto social, áreas críticas para promover el desarrollo.

Para lograrlo, el FMI sugirió una reforma estructural que permita mejorar la eficiencia del gasto y optimizar los ingresos. También instó a los gobiernos a implementar políticas que fomenten la inversión en infraestructuras, educación y salud, sectores fundamentales para el crecimiento a largo plazo. La directora del FMI hizo hincapié en la necesidad de que América Latina avance hacia un modelo económico más inclusivo, capaz de responder a los desafíos sociales y reducir las brechas de desigualdad.