Por Jesús Franco Romero
Tuvieron que pasar 200 años y 65 presidentes en México, todos hombres, para que una mujer ocupara la Primera Magistratura de nuestro país. Claudia Sheinbuam Pardo una científica, académica y una de las mujeres que ha acompañado a la izquierda mexicana desde hace más de dos décadas ha roto buena parte de un techo de cristal que invisibilizaba a las mujeres en los altos puestos de la política nacional.
Desde el Teatro Metropolitan, donde festejó luego de recibir la constancia de mayoría que la acredita como Presidenta de México lanzó frases que hoy retumban en todos los medios y, muy seguramente, calarán en los sectores burocráticos, políticos y del empresariado más conservador. “Lo que se nombra, existe. Hago una respetuosa invitación a que nombremos presidenta con A. Así como decimos jueza, abogada, científica, ingeniera, con A, porque como nos han enseñado lo que se nombra, existe, y lo que no, no existe, y hoy con mucho orgullo podemos reivindicarlo”, soltó Sheinbuam Pardo ante la cúpula de Morena.
Para muchos, Sheinbaum Pardo ha terminado de romper el famoso techo de cristal, un término utilizado en casi todos los ámbitos para definir de manera amable los obstáculos, trabas y barreras que se le presentan a las mujeres en el ambiente donde quieran desenvolverse. Sí, por el simple hecho de ser mujeres.
Sin embargo, no todo puede quedar en discurso y frases que buscan encajar en una narrativa feminista y disruptiva. Entre los retos que enfrentará la Presidenta que tomará las riendas del país el próximo 1º de octubre están los feminicidios. Hasta enero del 2024, la actual administración sumaba 4 mil 817 carpetas de investigación abiertas por el delito de feminicidio. El Estado de México, desafortunadamente, es la entidad más peligrosa para las mujeres, con 668 víctimas, seguida de Nuevo León, Veracruz, Ciudad de México y Jalisco.
Habrá que hacer una reconfiguración de la burocracia encargada de la administración y la aplicación de la justicia para que se sigan, y en su caso mejoren, los protocolos para investigar con una adecuada perspectiva de género los crímenes cometidos en contra de mujeres. Uno de ellos, también, la Violencia Vicaria, aquella que se ejerce sobre las hijas e hijos, abuelos maternos, hermanos o familiares y círculos afectivos de una mujer para herirla, afectarla o causarle algún trauma psicológico.
En esta última es de reconocerse que gracias al empuje de colectivos de madres que han sufrido este tipo de violencia, y arropada por el senador de Morena, José Narro Céspedes, se logró un decreto para reformar la Ley General de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia, que combate la violencia vicaria.
“La Ley Vicaria es histórica y convierte a nuestro país en un referente en América Latina para proteger los derechos de los niños, niñas y sus madres contra esta forma de violencia, ya que la violencia vicaria es cualquier acto u omisión que con el objetivo de causar daño a la mujer se dirige contra las hijas, hijos o personas allegadas”, mencionó en su momento Gabriela Pablos, representante de grupos feministas y quien en redes sociales ha narrado el calvario, vivido los últimos años, ocasionado por la Violencia Vicaria ejercida por sus ex parejas.
Pero también hay casos como el de la saxofonista María Elena Ríos, quien en 2019 sufrió un intento de feminicidio con ácido sulfúrico presuntamente ordenado por Juan Vera Carrizal, un ex diputado del Partido Revolucionario Institucional (PRI) y empresario oaxaqueño, a quien el juez José Gabriel Ramírez Montaño dejó en libertad por supuesta falta de pruebas para mantenerlo a él y dos de sus cómplices en prisión. Horas más tarde, una jueza de circuito revirtió la decisión y dejó sin efecto la boleta de libertad. Para la Fiscalía de Oaxaca el caso no se juzgó correctamente con perspectiva de género.
Es claro que habrá más retos desde el punto de vista de género a los que se enfrentará la Presidenta de México. Sin embargo, es momento de que colectivos de la Sociedad Civil y los legisladores hagan equipo para trazar una agenda de género en común que ayude a construir una escalera y que desde ese techo se vislumbres nuevos horizontes, posibilidades y oportunidades.