Ambivalentes, así son muchos de nuestros líderes que por lo general se contradicen, simpáticos personajes que pretenden ser amigos de todos y al final del día no quieren a ninguno.
Es común escucharlos haciendo un llamado a la unidad mientras descalifican con todo el insultarlo a sus adversarios, hablan de promover garantías y saltan todos los protocolos, como si fuera poco, se dejan ver como “ladrones” que juzgan por su condición.
No cabe duda, se involucran en política y quieren complacer a diferentes grupos de personas con opiniones divergentes y posturas ambiguas, tratan de mantener su imagen pública positiva y evitar críticas, se dejan atrapar por un entorno cambiante que supone toda suerte de presiones.
La falta de posturas definidas genera desconfianza y confusión entre los ciudadanos, muchas veces los electores no entendemos sus propuestas y acciones, ellos mismos afectan la credibilidad, se hacen ver incoherentes mientras mitigan lo que ocurre con la adulación y el aplauso del entorno cercano.
La lista es interminable: compran relojes costosos sin demostrar ingresos para tal adquisición, tienen un partido cuyo nombre es la antítesis de sus actos, quieren ser la mala copia local de un exitoso político de otro país, hablan de tuneles aéreos o vuelos subterráneos, defienden la familia pero tienen amante y justifican cada fechoría a expensas de argumentos débiles mal calificados por un incrédulo elector.
En campaña se hacen elegir atacando lo que en el gobierno terminan defendiendo, como oponentes son una solución y como gobernantes un problema, así las cosas, muchas veces no entienden que las administraciones no pueden seguir siendo solo para los que votaron por ellos.
Lejos de coincidencias sin aportar nombres o citar casos puntuales, distantes del tema ideológico, el lugar común nos muestra un liderazgo permeado por la emoción y la duda.
Por FREDDY SERRANO DÍAZ
Estratega Político