Por: Mayté Garcia Miravete
En el marco de la política contemporánea, donde las campañas electorales deberían ser la cúspide de la pasión y la convicción, nos encontramos más bien con un escenario desolador: un paisaje político plagado de discursos superficiales, desprovistos de la fuerza emocional que mueve a las masas y de las propuestas concretas que encienden la esperanza en el corazón de los ciudadanos. En este marco, se desenvuelve y alimenta a la indiferencia ciudadana que se presenta como una corriente imparable, que, de continuar, puede afectar severamente la fortaleza de la democracia que tanto ansiamos preservar.
¿Qué ha sucedido con la llama ardiente que debería animar a nuestras lideresas y líderes políticos? ¿Dónde yacen las ideas audaces y los sueños transformadores que solían ser el alma de las campañas electorales? ¿Dónde se encuentran esas y esos oradores políticos con ideología, principios y valores? ¿Dónde esas palabras poderosas que conmovían sustentadas en la razón y la pasión?
La respuesta reposa en el gradual desgaste de la confianza del electorado, nutrido por décadas de promesas incumplidas, por discursos demagógicos, ataques y contra ataques sin argumentación sólida y bajo la falacia argumentativa Ad hominem, que busca el ataque a la persona y no al argumento. Además, hemos de considerar los escándalos de corrupción y un distanciamiento cada vez más pronunciado entre los gobernantes y gobernados.
Hoy, los discursos de los candidatos y candidatas, más que vehículos de inspiración y cambio, se han convertido en monótonas letanías de lugares comunes y palabrería. La pasión se ha diluido en un mar de pragmatismo carente de emoción genuina, mientras que la convicción se desvanece entre las sombras de la conveniencia política y los intereses partidistas.
Esta falta de pasión y convicción se traduce en propuestas deslucidas, desprovistas de la chispa que despierte el interés de la ciudadanía. En lugar de ofrecer soluciones innovadoras a los desafíos que enfrenta la sociedad, los candidatos y candidatas se aferran a fórmulas gastadas y promesas genéricas que no logran captar la atención ni la confianza del electorado.
Una razón de esta desconexión entre lideresas y líderes políticos con la ciudadanía, puede radicar en la influencia desproporcionada de asesores de campaña cuyo interés principal suele ser muy distinto al de aportar sustancia, congruencia y autenticidad al desempeño de la o el candidato. A menudo, muchos de estos personajes, no cuentan con la experiencia práctica, y, además, se encuentran desconectados de las preocupaciones reales de la gente, desarrollando propuestas superficiales que no reflejan las necesidades y aspiraciones del público.
El resultado inevitable de esta desconexión entre la política y la ciudadanía es la indiferencia. Los ciudadanos, desencantados por la falta de liderazgo inspirador y la ausencia de propuestas convincentes, optan por apartarse del proceso político, convencidos de que su voz no será escuchada ni su voto verdaderamente representado.
Sin embargo, en medio de este panorama, aún hay espacio para la esperanza. La apatía ciudadana no es un destino inevitable, sino más bien una llamada de atención para revitalizar nuestra democracia y restaurar el vínculo perdido entre los gobernantes y los gobernados.
Es por ello, que las y los líderes políticos deben hacer propuestas audaces y visionarias, a través de un discurso elocuente, con propuestas y apoyado en su ideología y valores. Al mismo tiempo, es de central importancia la coherencia, la ética y la transparencia, sin olvidar la pasión por la causa y a quienes representa.
Necesitamos un discurso, que restablezca el entusiasmo y la confianza que alguna vez caracterizaron a la política, un discurso que inspire a los ciudadanos a participar activamente en el proceso democrático, que alimente positivamente la credibilidad en las y los candidatos, quienes, gobernarán, con el importante apoyo de la ciudadanía para construir una sociedad participativa que busqué fortalecer instituciones a través de ese necesario trabajo conjunto de gobierno y sociedad.