Una Mujer de Fuego desde el Norte de México
María Félix, conocida como “La Doña”, nació el 8 de abril de 1914 en El Quiriego, Sonora. Su ascendencia mestiza, entre los yaquis y la herencia vasca de su madre, Josefina, marcó el carácter de una mujer que desde joven demostró una determinación feroz.
El Ascenso de una Estrella
Con apenas 17 años, María se casó con Enrique Álvarez y dio a luz a su hijo, Enrique. Sin embargo, el matrimonio no la satisfacía, así que se aventuró a la Ciudad de México en busca de su destino. Este momento coincidió con la época dorada del cine mexicano, donde su belleza y carisma la convirtió en una estrella emergente.
Debut en las Pantallas y Triunfos Internacionales
Su debut en “El peñón de las ánimas” en 1942, junto a Jorge Negrete, la catapultó al estrellato. A pesar de las dificultades que enfrentó con Negrete, María se consolidó como una figura icónica del cine, especialmente después de su papel en “Doña Bárbara” en 1943.
En los años siguientes, su carrera floreció internacionalmente, destacando en películas como “Enamorada” (1946) y “Maclovia” (1948). Aunque rechazó ofertas de Hollywood, aceptó trabajar en Europa, siendo dirigida por Jean Renoir en “French Cancan” (1954).
Amores y Desafíos Personales
María vivió una vida amorosa tumultuosa, casándose cinco veces, incluyendo matrimonios con el famoso compositor Agustín Lara y el director Emilio “el Indio” Fernández. Sin embargo, su relación más famosa fue con Jorge Negrete, a quien finalmente se casó en 1952, solo para perderlo un año después debido a complicaciones de salud.
Una vida de lucha y reinvención
A diferencia de muchas estrellas, María no desapareció tras su retiro. Se mantuvo activo, involucrándose en negocios y continuando su lucha por los derechos de las mujeres y los indígenas en México. A pesar de la pérdida de su hijo en 1996, María siguió siendo una figura pública y controvertida hasta su muerte en 2002.
Un Legado Imborrable
El legado de María Félix sigue vivo en la memoria del cine mexicano y en la cultura popular. Su funeral multitudinario fue un testimonio de su impacto duradero, y su nombre sigue siendo sinónimo de elegancia, fuerza y determinación en la industria del entretenimiento. ¡Viva María Bonita! ¡Viva la Doña!