Por: Azul Etcheverry
En días recientes se ha vuelto tendencia el concepto de “día cero”, respecto a la problemática actual que presenta la escasez en el suministro del sistema hídrico del Valle de México, comparativamente con aquella crisis vivida en Sudáfrica hace algunos años. Más allá de las portadas amarillistas y el impacto mediático que genera ver domicilios donde el suministro se encuentra interrumpido o imágenes de archivo del gravísimo problema de fugas, particularmente en la CDMX, la realidad es que en México es un tema que dista de ser reciente y conlleva una serie de implicaciones de fondo que no se han atendido en décadas.
Con lo anterior no pretendo minimizar, ni mucho menos justificar, las consecuencias que la falta de este recurso acarrea para millones de familias que vivimos en el país, más bien tratar de entender un problema que tiene muchas aristas que se “olvidan” tan pronto los cielos se nublan y las lluvias reaparecen.
El sistema de gestión hídrica en México es frágil, representa la suma de varios factores desatendidos que en circunstancias como la actual, tienen el potencial de derivar en una crisis humanitaria. Ejemplo de ello es la Ciudad de México, en donde se ven reflejadas una serie de problemáticas como el déficit pluvial anual del 45% respecto con años anteriores o la presencia de fugas, las cuales entre 2020 y 2023 registraron un incremento del 27%, (más de 11,200). Aunado a lo anterior, forzosamente se tienen que contemplar las repercusiones medioambientales, el costo energético y fiscal necesario para obtener, trasladar y suministrar el líquido.
Esta gestión hídrica no se ha planeado desde la sustentabilidad sino desde la perspectiva técnica con soluciones cada vez más costosas. Expertos señalan que menos del 30% del agua utilizada en la CDMX proviene del sistema Lerma-Cutzamala desde Michoacán y Estado de México, pero esta alternativa representa desafíos técnicos caros e ineficientes.
Anualmente, el Sistema de Aguas de la Ciudad de México gasta 1,600 millones de pesos en energía para el bombeo de agua local y del sistema antes mencionado, equivalente a dos mil 800 millones de kilovatios por hora, además de gastos variables por subsidios y mantenimiento.
El problema del aprovechamiento del agua en la CDMX es reflejo de lo que ocurre en todo el país, no es prioritario, no es institucional ni políticamente visible o atractivo. Hoy se siguen sin definir presupuestos serios de largo alcance, no se procura la recuperación de los balances hídricos de captación de agua, ni se aplican políticas de recolección ni reutilizamiento de este recurso, el “día cero” ya lo rebasamos hace años.