El Coneval publicó su informe anual para el periodo 2020-2022. La buena noticia es que, tanto la pobreza moderada como la extrema se redujeron a nivel nacional. La mala es que la cantidad de personas que salieron de la pobreza extrema es inferior a la que ingresó en esta condición en el lapso entre 2018 y 2020.
La pobreza extrema es la situación de una persona que padece tres o más carencias de las seis posibles, según estándares de Coneval, y que además se encuentra debajo de la línea de bienestar mínimo; es decir, que su ingreso total no le alcance para satisfacer sus necesidades biológicas esenciales.
Las seis carencias que mide el Coneval están relacionadas con: la disponibilidad de alimentos nutritivos, suficientes y variados; el acceso a centros de salud; la disponibilidad de servicios de calidad en el hogar, como agua, luz y drenaje; contar con una vivienda construida con materiales de calidad, piso firme y sin hacinamiento; estar dado de alta en algún sistema de seguridad social que abone a una jubilación digna; y la educación.
Me detengo en este último punto por la relevancia que ha tomado últimamente en la preocupación colectiva al darse a conocer el contenido de los nuevos libros de texto. El Coneval considera que existe una carencia educativa en la persona cuando ésta cuenta con 15 años o más y no ha culminado su educación primaria, ni se encuentra cursándola. Desgraciadamente no se considera, en la medición de la pobreza, la calidad educativa. Esa se refleja después, en el nivel de ingresos de la persona.
Los países que han abrazado el socialismo en las últimas décadas, como Venezuela y Argentina, y que han contaminado con su ideología la educación de sus niños mediante el adoctrinamiento victimizado y de encono social, en tan solo unos cuantos lustros han multiplicado sus niveles de pobreza, sobre todo la extrema.
Y no son solo los errores ortográficos, las deficiencias en la redacción y sintaxis, las aberraciones históricas, el lamentable y preocupante manejo de los temas sexuales y de ideología de género ni la búsqueda inexplicable de implantar en los niños un insano odio social lo único que me inquieta. Sino el haber suprimido los capítulos de matemáticas, español e inglés de los textos.
¿Cómo van a competir el día de mañana nuestros jóvenes en un mundo cada vez más globalizado cuando les quitamos las herramientas básicas para hacerlo? Y el problema más grave es que las brechas sociales y regionales se seguirán ampliando. Los colegios privados propondrán materiales educativos alternos y las familias con posibilidades económicas enviarán a sus hijos a estudiar al extranjero, mientras que las entidades federativas con mayores niveles de ingreso han anunciado ya que no permitirán la distribución de los textos.
En la medida en la que la calidad educativa y las metodologías didácticas se alejen más entre grupos sociales y regionales, estaremos promoviendo una desigualdad que tenderá a agudizarse con el tiempo. Lo que necesitamos es sentar las bases de competitividad, armonía, emprendimiento, solidaridad y trabajo en equipo en nuestra infancia. De otra forma la estaremos condenando de por vida.