Por: Freddy Serrano Díaz
Lugares comunes en cada rincón del extenso territorio: débil participación, instituciones poco confiables, multitudes decisivas cuando quienes las conforman obtienen beneficios particulares y todos los posibles señalamientos de fraude hacen mella para debilitar la estabilidad política.
El evidente panorama de fragilidad electoral que se basa en antecedentes históricos ha permitido emitir alertas tempranas y estructurar acciones tendientes a prevenir y mitigar situaciones, pero de nada sirve ganar si otros son los que vigilan, cuidan, inspeccionan y cuentan el voto.
Nuestros activistas, de todas las vertientes son buenos buscando electores, lanzando disertaciones, armando comités y haciendo análisis, pero a veces perezosos cuidando las elecciones, esa es la cuestión, el blindaje debe hacerse, “antes de”hay que cuidar el sistema con estructura y eso además de gasto, demanda trabajo.
Legalmente hablamos de mecanismos tan diversos en cada país, que lo que es común se asocia a posibles violaciones de procedimientos contenidos en distintas normas electorales: indiscriminado uso de la violencia en contra de los votantes, manipulación del voto y estrategias abocadas al “todo se vale para ganar”.
Lo que debe estar más que claro, es qué hay vulnerabilidad si ésta se permite, la clave hacer más y hablar menos, entender cada sistema, cada ordenamiento, armar estructuras de protección al sufragio y medir la afinidad de las personas que es distinta a su filiación.
Aún cuando parece coincidente, es la realidad de casi todos, ahora, en la mayoría de los casos hay más habladuría que verdad, sin embargo un buen equipo representa confianza en sí mismos y los demás.