La imagen reciente más representativa del sufrimiento de miles de madres mexicanas apareció en el lugar menos esperado: la gala de los 100 más influyentes de la revista Time, hace pocos días. Esa lista incluye a María Herrera Magdaleno, mamá de ocho, cuatro de ellos desaparecidos. Llegó vestida de negro y con un reboso con una leyenda: “+ de 110 mil desaparecidxs en México. Hasta encontrarles”. Cifra real y escalofriante.
Doña Mary, como es conocida, ha destacado por conformar el Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad. Ha encarado a muchas figuras de la política como el expresidente Felipe Calderón, llevó su voz a una reunión con el Papa Francisco y tiene una demanda contra el Estado mexicano ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos por no investigar la desaparición de sus hijos. Lo que hace una madre.
Ser mujer y procrear en México es una actividad extrema. Además de la grave inseguridad pública, la descomposición social abarca muchos ámbitos. Aun cuando no son actualizados con la misma frecuencia que otros temas considerados más importantes, los números son alarmantes. Los más actualizados dicen que hay 35 millones 221 mil madres en México. De todas, el 29 por ciento, o sea más de 10 millones 200 mil, no tienen una pareja que les ayude a proveer manutención para sus hijos.
El 44 por ciento de las mexicanas en edad de obtener un empleo, estamos en el mercado de trabajo. ¿Cómo nos va? La encuesta más reciente del Inegi dice que tres de cada 10 han enfrentado violencia laboral a lo largo de su vida, que va desde abuso de poder, pasando por agresión verbal, hasta hostigamiento y acoso sexual.
Con respecto al desempeño en el trabajo, 18 por ciento han enfrentado al menos un acto de discriminación a lo largo de su vida, porcentaje que aumenta a 24 entre las mujeres de 25 a 34 años. Los casos más frecuentes son muchas menos oportunidades de ascenso y pago menor por trabajo igual.
Por sí solos los números impactan, pero no dejan de ser fríos. No olvidemos que detrás de cada dígito hay una persona con una historia humana.
Rebecca Elizabeth Díaz tenía 14 años trabajando para la consultora internacional Deloitte, hasta que fue despedida repentina e injustificadamente porque su esposo había renunciado a su empleo en esa misma empresa una semana antes. Su
relación sentimental no inició como resultado de ser compañeros de trabajo sino antes, no quebrantó ninguna norma interna, el personal de recursos humanos estaba debidamente enterado del matrimonio y ambos habían trabajado por años en la compañía sin que ello representara conflicto de interés alguno.
Cuando el esposo de Rebecca notificó, en octubre de 2021, la decisión de separarse de su empleo, el ejecutivo a cargo le preguntó si ella también haría lo mismo, lo que constituye una muestra clara de actitud discriminatoria por parte de la empresa al presuponer que Rebecca tendría que estar subyugada a las decisiones de su cónyuge, quien tendría que dar su permiso para que ella continuara o no en su empleo.
El asunto está ahora en el terreno legal, incluyendo una queja ante el Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación. Insisto, no es un caso aislado. En los pasados 10 años, los números del Conapred documentan que los centros laborales son los lugares donde ocurren más actos de segregación: el 49.3 por ciento del total de las 3 mil 915 denuncias. Los siguientes sitios son ocupados por el ámbito educativo con el 14.04 por ciento y los servicios al público con el 9.78.
Más aún, la cifra negra es muchísimo mayor. La gran mayoría de las víctimas de discriminación no denuncian. El género femenino es el sector más amplio de la sociedad que sufre de ello. Ser mujer y madre es una actividad extrema.