Pérdida de control sobre el cuerpo, mareo, respiración agitada, incluso sensación de ahogo, son los síntomas típicos de un ataque o crisis de ansiedad. Saber por qué ocurre y cómo gestionarlo ayuda a superar estos episodios.
Si nunca has sufrido una crisis de ansiedad, la primera vez que ocurre puedes sentir incluso miedo por tu vida. Parece que en cualquier momento te vas a caer al suelo, pero en realidad se trata “solo” de un estado de angustia descontrolada.
Según datos, por fortuna estos ataques de angustia no son muy frecuentes. Se calcula que los sufren menos de un 1% de la población y las mujeres tienen entre 2 y 3 veces más posibilidades de padecerlos. Y aunque no suponen un riesgo como tal, pueden afectar a la calidad de vida si ocurren con frecuencia.
No es fácil controlar una crisis de ansiedad, pero hay que intentar no pensar en que nos va a suceder algo malo porque cuanto más centremos en ello nuestros pensamientos, más síntomas vamos a tener.
- Siéntate en un lugar tranquilo y cierra los ojos. Cuantos menos estímulos ambientales percibas, antes acabará la crisis.
- Distrae tu atención hacia algo diferente a lo que te está sucediendo. Por ejemplo, puede resultar útil contar hacia atrás desde el 100, de 3 en 3 o concentrarte en algo físico, mira un objeto fijamente o toca algo que te permita relajarte.
- Visualiza un lugar que te haga sentir bien: la playa, el campo o el cielo suelen dar sensación de paz. Recuerda la visita a algún paisaje que te haya encantado y trata de recordar los sonidos y las sensaciones que allí sentías.
- Intenta tener presente que los síntomas son una reacción al estrés. Repítete que las reacciones de tu organismo no son amenazantes ni peligrosas, que en un rato pasará y que todo va a solucionarse.
- Procura controlar la respiración todo el rato. Cuando la respiración se hace consciente para nosotros y se acelera, se produce lo que se conoce como “hiperventilación”. Eso lleva a un desequilibrio entre la cantidad de oxígeno y la de dioxido de carbono, aumentando mucho el primero y disminuyendo enormemente el segundo.
- Toma aire por la boca mientras cuentas hasta 4 (debes notar que tu pecho y abdomen se llenan), mantenlo un par de segundos y suéltalo lentamente contando de nuevo hasta 4. Repite hasta que dejes de hiperventilar. Fruncir los labios como intentando soplar una vela puede ser útil, así como respirar dentro de una bolsa de papel.
- La relajación muscular también puede serte útil. Concéntrate en tu cuerpo y “suelta” conscientemente cada músculo desde los pies a la cabeza.
- Si la crisis le sucede a otro, Si es posible, sientalo o mantenlo en un lugar tranquilo. Desabrócha la ropa que le pueda oprimir para disminuir la sensación de ahogo. Luego, intenta tranquilizarle y sobre todo, ayúda a controlar la respiración.
¿Por qué ocurre una crisis de ansiedad?
Tener cierto grado de ansiedad se considera normal, ya que se trata de una respuesta del organismo en situaciones de estrés que permite mejorar el rendimiento, nos tiene alerta y nos ayuda afrontar mejor las situaciones.
El problema aparece si se rebasan estos límites de normalidad y se transforma en algo patológico, lo que provoca una serie de síntomas que pueden aparecer en forma de crisis puntuales.
A diferencia de un simple episodio de ansiedad generalizado, durante una crisis de ansiedad la persona puede sufrir una angustia extrema que incluso lleva a “creerse morir”.
La crisis de ansiedad aparece de repente, sin avisar, como un episodio inesperado y en muchas ocasiones sin causa aparente. Provoca un miedo extremo a perder el control del cuerpo o a que ocurra algo malo, incluso la muerte.
- Los síntomas que provoca pueden parecer alarmantes. La crisis de ansiedad empieza con un cuadro de palpitaciones, mareos, náuseas, sensación de asfixia o dificultad para respirar.
- También puede aparecer dolor en el pecho, escalofríos o sudoración intensa, adormecimiento de las manos u hormigueos, temblores, sensación de irrealidad (como si nos viésemos a nosotros mismos en una película sin ser capaces de reconocer nuestro propio cuerpo) e incluso miedo intenso a morir de repente.
- El cuadro puede ir empeorando por la propia angustia. La mayoría de las veces la crisis aparece de repente y la persona no sabe cómo actuar, lo que hace que se ponga cada vez más nerviosa y los síntomas vayan en aumento hasta que remiten, como máximo, a los 30 minutos.
Un 20% de la población padece ansiedad o es susceptible de padecerla a lo largo de su vida. Los desencadenantes de una crisis pueden ser situaciones que nos preocupan, que nos angustian o que percibimos como una amenaza. Aunque la crisis puede darse más tarde, cuando esas situaciones parecen solucionadas.
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