Los afectados viven durante un largo periodo de tiempo en estados emocionales elevados e intensos de incertidumbre, miedo, ansiedad y estrés, rodeados de escombros, heridos y fallecidos. El efecto post- traumático tiene síntomas que se manifiestan de diferentes maneras en las personas.
Las fases que experimenta un afectado por una catástrofe natural, en concreto un terremoto, son las siguientes:
- Fase de shock. Es muy breve. Se produce cuando ocurre la catástrofe. Genera respuestas emocionales de angustia intensa, miedo, confusión…. El objetivo principal de esta fase es la supervivencia.
- Fase de búsqueda de protección. Tiene una duración mayor en la que se trata de dar respuesta a la necesidad de protección en donde se trata de escapar y buscar y reunir a los seres queridos. Es un momento de mucha angustia y ansiedad. Suele durar horas
- Fase de ayuda. A continuación, aparece la necesidad de ayudar altruistamente a otros. En esta fase también se experimenta sensación de ansiedad y depresión sin embargo prevalece la cooperación y la ayuda. Suele durar días
- Fase de afrontamiento. Posteriormente, viene la fase en la que la persona afronta la realidad, en el que experimentan sintomatología ansiosa – depresiva, se enfrentan a la pérdida no solo de personas queridas, sino de la pérdida material, de salud, de proyectos, etc. Esta fase puede durar desde meses hasta años según las circunstancias personales.
- Fase de reorganización. Una vez integrada la experiencia traumática y lidiando con las consecuencias derivadas, las personas se reorganizan y reconstruyen sus vidas adaptándose a las nuevas circunstancias.
Y es que, este tipo de situaciones suelen ocasionar secuelas no solo físicas, sino también psicológicas, pudiendo desencadenar sintomatología ansioso-depresiva caracterizada por:
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- Altos niveles de ansiedad y estrés.
- Bajo estado de ánimo.
- Desmotivación.
- Desesperanza.
- Pérdida de sentido de la vida.
- Cambios de hábitos en la alimentación, sueño y peso.
- Consumo de sustancias.
- Ideación suicida.
También pueden desencadenar trastornos psiquiátricos como depresión, trastornos de ansiedad como la ansiedad generalizada, agorafobia o trastorno de pánico. Aunque el trastorno más común es el Trastorno de Estrés Postraumático.
“Este trastorno se caracteriza por un miedo súbito e intenso a la situación traumática cuyos síntomas pueden incluir pesadillas, flashbacks, pensamientos intrusivos e incontrolables que nos generan altos niveles de estrés y de ansiedad, por lo que se termina por evitar cualquier estímulo que acerque a la persona al suceso traumático afectando a la persona en diferentes áreas de su vida, ya sea familia, amigos, trabajo…”, resalta Palacios.
Las personas que presentan más riesgo de desencadenar un trastorno mental en estas situaciones son:
- Personas que ya han sido o están diagnosticadas con algún trastorno mental.
- Personas con poco apoyo social y familiar.
- Personas que hayan experimentado alguna otra situación traumática similar
- Antecedentes psicopatológicos familiares.
- Personas con baja capacidad de adaptación.
- Personas con una elevada percepción de amenaza de su vida.
- Personas con alto nivel de disociación después de la experiencia.
Volver a la normalidad es posible con apoyo psicológico y farmacológico.
Las catástrofes naturales, indica la experta, generan emociones que dificultan a la persona vivir con “normalidad”. Conlleva un largo periodo de tiempo asimilar e integrar la experiencia traumática, porque los daños no son únicamente ocasionados por la situación en sí, también por las consecuencias derivadas de ella, como por ejemplo, la pérdida del hogar, de personas, de salud…
“No basta únicamente con la aceptación, sino que también es necesaria una reconstrucción y reorganización de cómo vemos el mundo, a los otros y a nosotros mismos y los cambios que hemos vivido y cómo han afectado a nuestra vida para poder integrarlos”.
E “Integrar no significa negar que no ha pasado o evitar situaciones, personas, conversaciones, pensamientos que nos recuerden ese hecho, evitando así mismo el sufrimiento que nos ocasiona, sino, que es aprender a vivir con el sufrimiento sin que este nos paralice”. Por ello, la psicóloga considera que es “fundamental” un apoyo psicológico y en algunos casos farmacológico también para acompañar a las personas, guiarlas y apoyarlas en este proceso.
En la actualidad existen profesionales que se encargan de atender a personas que sufren este tipo de situaciones: psicólogos especialistas en catástrofes y emergencias. Actúan en las primeras 72 horas después del evento, “puesto que este tiempo es el que predispone o no a que la persona desarrolle un trauma”.
La finalidad es que recuperen un nivel de funcionamiento similar al que se tenía, restablecer el nivel emocional y facilitar recursos con el fin de promover la recuperación y prevenir posibles secuelas psicológicas.
“Cuando esta intervención no tiene el suficiente impacto, se llevan a cabo las intervenciones de segundo orden en los que se inician procesos psicoterapéuticos con la finalidad de ayudar a la persona a elaborar los duelos e integrar el suceso traumático”.
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