Viernes después del miércoles de ceniza, ciclo A
Sacerdote Daniel Valdez García
Hermanos y hermanas en Cristo Jesús.
Hoy es nuestro tercer día de cuaresma. Y en este Cuaresmario, calendario de cuaresma, estoy presentando un reto diario a fin de superar el riesgo de ingenuidad. He hablado acerca del concepto que al respecto tienen la psicología, la precisión de la psiquiatría y algún elemento importante que aporta la sociología.
Ahora hablemos de la lógica. Así como la palabra es la representación de la idea que está en la mente; la afirmación o negación lo son del juicio que puede ser universal o particular, y la argumentación lo es del racionamiento. Así que cuando cada uno quiere que lo que opina o dice sea la verdad se cae en el RELATIVISMO. El filósofo sofista Protágoras fue el primero en decir que “el hombre, cada uno de nosotros, es la medida de todas las cosas”, es decir que la verdad es de cómo cada uno la mire: hoy en día las diversas ideologías parecen defender lo mismo, así que hemos de dejar claro que al ser humano de manera natural le repugna que le MIENTAN, que se le falsee la realidad. La verdad no es ni tuya ni mía, sólo que muchas veces sólo se ve alguna parte de la verdad.
La ingenuidad para la lógica es la posibilidad de plantear sofismas, de hacer creer a los demás que con argumentos retorcidos se tiene la certeza y la verdad evidente. Es como decir que si todas las personas ingenuas son inocentes, luego entonces si hay ingenuidad no habrá culpables. Es como aquello de los famosos “compradores de buena fe” que no verifican que lo que lo comprado no sea robado.
Si buscamos lo que se dice acerca de la ingenuidad encontraremos datos puros, duros y seguros como con las ciencias empíricas; pero también hay abstracciones mentales y dicen que la ingenuidad es un valor y una virtud. Por lo tanto, se puede estar ante una situación de tipo ambiguo, como sucede con el ocio que para la vida laboral es un vicio; pero para el esparcimiento es el tiempo liberado de todo compromiso que favorece la actividad turística.
Veamos ¿por qué se dice que la ingenuidad es un valor o virtud?, es tan sencillo como que la persona ingenua está libre de prejuicios. Y eso es parte de la verdad, parte importante de ser ingenuo, pero también es un riesgo que le hace vulnerable no porque no tenga prejuicios sino porque falta desarrollar más la parte intuitiva de la persona, pues a los demás se les conoce más por sus hechos, por sus obras, que por sus palabras.
El pasaje del evangelio, siguiendo un esquema cuaresmal que ha de insistir en el ayuno, la penitencia y la oración, hoy nos pone de frente a la decisión de ayunar o no. Se trata ni más ni menos que de los discípulos de Juan el Bautista, cuya influencia fue tan grande que para la época de san Pablo hay quienes sólo conocían el bautismo de Juan, así que ahora lanzan la pregunta de por qué ellos y los fariseos si ayunan, en cambio Jesús y sus discípulos no. De igual forma hemos de decir que no hay que sacar los textos de los contextos, seríamos como los rigoristas, o peor tantito sería como si viéramos sólo trozos del evangelio, pues Jesús si había ayunado 40 días estando en el desierto, y reconvino a sus discípulos que no habían podido liberar al endemoniado, que «esa clase de demonios sólo se vencen con ayuno y oración» (Marcos 9, 29). Y mas aún, el final del pasaje dice: «Llegarán días en que les arrebatarán al esposo, y entonces ayunarán» (Mateo 9, 14-15).
Hablemos claro, nuestros hermanos mayores, que son los judíos tienen el ayuno para el Yom Kipur o día del perdón; y los musulmanes un largo ayuno por el llamado gran ramadán. Ellos nos aventajan en la vivencia del ayuno. Los católico sólo tenemos dos días de ayuno obligatorio, que son miércoles de ceniza y viernes santo, y hay quienes se quejan para justificarse ,diciendo: “cuando Dios socorre al pobre para carne, es ayuno”, otros lo olvidan, y otros más siendo católicos venden carne esos días porque es responsabilidad del que lo come, y se olvidan que “peca tanto el que mata la vaca, como el que le agarra la pata”. El ayuno debe tener tres características para que sea realmente una práctica ascética: Primero sentir hambre y sed de Dios; segundo que sea un ejercicio de desapego de tal o cual cosa e incluso de personas; y por último, que ayude a la salvación del alma y se contribuya con obras de misericordia. Sin eso, estamos ante una tradición, costumbre y norma que va perdiendo sentido y significado y cualquier persona ingenua va a creer lo que otros le opinen de acuerdo a su conveniencia y parca inteligencia, como si las cosas dependieran del color con que se miran. Jesús advirtió: «Sólo la verdad no hará libres» (Juan 8, 31). Realmente, esto puede ser más complicado, porque el ayuno no es una cuestión de forma, sino de fondo.
Amén, Señor Jesús.