El PRI mexiquense será el responsable de la supervivencia de ese partido cuando hayan concluido las elecciones del 2023. Tras la derrota del 18, los descalabros han sido uno tras otro: sabotajes orquestados desde las oficinas de los gobernadores que, obsequiosos, aceptan algún consulado o embajada a cambio de sus servicios.
En medio de la guerra, los generales claudican. Discretamente van dejando el liderazgo y luego desaparecen; inevitablemente la guerra se pierde ante los ojos de aguerridos militantes, los que siempre dan la cara, los que tienen los colores del partido en la sangre, los que no son candidatos pero arman las campañas.
Claudicar en la política es un acto que conlleva renuncia en el campo de batalla y vacío en el discurso. Así, hoy, nadie sabe qué significa votar por el PRI, que lo mismo arma una alianza, que intercambia gobernaturas o votos en las cámaras, aun en contra de leyes creadas por ellos mismos. El problema es que en el PRI no se escucha a nadie, ni al seccional ni al militante, ni a los líderes que no forman parte de las cupulas que se han adueñado el partido, y un partido que no es incluyente, que no construye narrativas a partir de la base, es un partido condenado a la suerte de las decisiones de unos cuantos.
El PRI mexiquense tendrá que construir un discurso, una narrativa y una visión que aliente a pensar que en el Estado de México las cosas no correrán con la misma suerte que en otras latitudes ha convertido el exterminio autoinducido en una muy mala manera de morir. El PRI deberá encontrar nuevos canales de comunicación con la militancia, tendrá que volver a abrir espacios a sus liderazgos relegados, pero sobre todo, tendrá que alentar un gran proceso democrático donde todos determinen quien será el candidato a la gobernatura que pueda construir capacidad real de triunfo; alentar la alianza como un camino que no se cierre a nada, y en efecto, construir la narrativa que le ha hecho al partido gobernar por décadas, en este nuevo entorno, donde no vale dejar a nadie atrás.
Por lo pronto, habría que encontrar otro mensaje. Porque desde arriba se escucha solamente unidad, pero la desunión y la ruptura no vienen de la militancia; se habla de procesos, pero las decisiones se dan por tomadas. Se convoca a los ciudadanos, pero no hay nada qué decirles. No hay una oferta, ni una visión, ni una aspiración que sea motivo de entusiasmo colectivo, de balance ante el innegable crecimiento y popularidad del gobierno federal.
En el round 12, hay que volver al origen, hay que construir desde la base un discurso, hay que darle rumbo a una estrategia acorde con los nuevos tiempos del país. Conociendo a los priistas mexiquenses, la derrota no es una alternativa, por lo que saben que para pelear el ultimo round, para regresar a las peleas de campeonato, para entusiasmar al público, para ganar, no vale la demagogia, ni las bravatas, vale el trabajo disciplinado. Esa historia, esa narrativa, esa oferta que hay que poner en la mesa, viendo a los ojos a los ciudadanos, para comprometerse, para no fallar, para pedir su voto, para gobernar con sentido, para que las cosas pasen.