En días recientes el gobierno de Panamá rechazó oficial y públicamente la postulación de Pedro Salmerón, como embajador de México en ese país. Durante su conferencia de prensa matutina, el presidente Andrés Manuel López Obrador dio a conocer que el gobierno panameño pidió no solicitar el beneplácito a la propuesta de Salmerón como titular de esa embajada, tras la serie de acusaciones por acoso sexual hechas por exalumnas, colaboradoras de partido entre otras mujeres.
Penosamente, ese mismo presidente que desestimó las acusaciones en contra del hoy asesor político de su hija al frente del gobierno de Guerrero, Félix Salgado, dijo que al no haberse iniciado un proceso en contra del historiador, no se trataba más que de una campaña de linchamiento, además de comparar la decisión del gobierno panameño con la santa inquisición.
Si bien Salmerón ya no se desempeña como catedrático de la ITAM por “diferencias ideológicas”, desde hace tres años se le ha acusado por acoso sexual por exestudiantes de esa universidad, así como de la UNAM e integrantes de Morena, partido en el que milita.
Sin duda, se trata de una victoria importante para los colectivos feministas no sólo de México sino de Panamá que, en un esfuerzo bilateral recurrieron a instancias oficiales, vías de comunicación tradicional y redes sociales para alzar la voz en contra de un personaje que ha sido reiteradamente señalado por sus acciones en contra de mujeres en sus círculos personales, académicos y políticos.
En ese sentido, veo con beneplácito como los movimientos feministas cada vez tienen una mayor injerencia no sólo dentro de una escala local y nacional de la vida pública, sino que los brazos colaborativos se estrechan con los de sus símiles en otras latitudes bajo una misma voz de hartazgo, búsqueda de reivindicación y reparación de daños. Hoy, no sólo se hace estridencia en las calles sino en aspectos estratégicos como el nombramiento de embajadores, el desempeño en el Congreso de la Unión y a nivel local y estatal.
Lo anterior, se debe considera como una victoria importante del movimiento, no sólo dentro del aparato político, sino del valor inalienable de las mujeres en sociedades cada vez más informadas, inclusivas, tolerantes y receptivas donde la impunidad y violencia de cualquier tipo no sólo no es tolerada, sino que debe ser castigada con todas las previsiones de una ley verdaderamente imparcial.
Por otra parte, desde una perspectiva de política internacional, estamos ante una de las administraciones que más a subutilizado al servicio exterior de carrera para darle prioridad a los nombramientos políticos, los cuales más allá de desconocer las particularidades de su responsabilidad profesional como emisarios del Estado Mexicano, carecen de los principios y aptitudes personales mínimos que un rol como el que la titularidad de una embajada exige y representa.
En este caso particular, se volvió a cometer la equivocación de anunciar públicamente, como si se tratara de una decisión unilateral más de un gobierno cada vez más autoritario, a Jesusa Rodríguez como “bateador emergente” ante el rechazo de Salmerón en el cargo, sin que necesariamente presente las mejores credenciales ni la experiencia para desempeñar un cargo de suma importancia, como lo es velar por los intereses nacionales dentro de una dinámica de comercio interoceánico continental, que ocurre en ese país centroamericano.
Continúan las improvisaciones, el pago de favores y sobre todo la falta de resultados en esta dinámica de debilitamiento profesional e institucional en México. Un ridículo internacional.