30 de enero de 2022
IV Domingo del tiempo litúrgico ordinario del ciclo C
Sacerdote Daniel Valdez García
Estimados todos!
Estaré desarrollando estas reflexiones en un lenguaje llano y directo con el objeto de enamorarlos más de Jesús y de su Iglesia. Eso es precisamente lo que hace san Lucas en sus escritos.
Deseo insistir en algunos aspectos del gran san Lucas y sus escritos. Es el único autor del Nuevo Testamento que no es judío, sino griego de Antioquía y profesional de la medicina.
Por cultura general, deseo recordar a quien han tenido la oportunidad de tener un acercamiento a la literatura universal que permite tener un referente del ropaje literario bello y profundo en el original griego de lo que llamaremos “Corpus lucanum”, significa Escritos de Lucas. Comienzo por mencionar a Virgilio, él escribió la Iliada y él mismo le explicó pasajes al emperador romano César Augusto para que quedase convencido de su origen divino a través de Eneas de Troya hijo de la diosa Venus. Lo mismo sucede en el caso de Alejandro Magno de quien Plutarco en su obras “vidas paralelas” habla también de César que venció a Pompeyo, y narra de Alejandro su origen divino por haber sido concebido en la Isla sagrada de Samotracia. Por otro lado, Herodoto, historiador griego, registra una de las leyendas míticas más reconocible sobre el gran rey Ciro de Persia descubriendo su niñez con cualidades sobrehumanas.
Los datos anteriores son importantes por la cultura y procedencia del evangelista san Lucas, cuya belleza y perfección estilística lo colocan a la par de los grandes escritores griegos como los que he citado. Su escrito original en griego tiene un estilo refinado, académico y clásico usando el lenguaje común no el de los eruditos, con el objeto de que la gente conociera a Jesús y a su Iglesia. Lucas fue el único no judío que más escribió del Nuevo Testamento. El da un relato majestuoso sobre el nacimiento y origen de Jesús que, sin prisas pero sin pausas, iré compartiendo en estas reflexiones que estaré poniendo a su consideración. Hoy sólo hablaré del marco histórico que ofrece san Lucas al inicio de su evangelio y continuaré con el pasaje que se nos ofrece para la reflexión de hoy.
Lucas 1, 1-80, se dirige a un ilustre, excelentísimo o querido Teófilo, que significa “amigo de Dios”, al cual le asegura que muchos han intentado narrar los acontecimiento sobre Jesús, que él ha investigado y escrito ordenadamente para que él tenga la certeza de la solidez con que fue enseñado. Pone como horizonte temporal el reinado del rey Herodes el grande que era descendiente de Esaú y no de Jacob o Israel. No perdamos de vista estos datos que serán de suma importancia.
Por otro lado, el pasaje de la primera lectura tomada del libro del profeta Jeremías, como sucede normalmente, prepara para el pasaje del evangelio que se ha proclamado. Tanto la experiencia del profeta Jeremías como la de Jesús llamado en el evangelio de Lucas: «El Profeta», con mayúscula, despiertan al principio una gran simpatía y después pasa al desprecio, y a la furia, como a Jeremías quisieron matar a Jesús por asegurar a los de Nazaret que Dios es capaz de preferir los gentiles o paganos que tenía otros dioses, ha hablado de una fenicia como el caso de la viuda de Sarepta, o de un sirio como Naamán, eso fue intolerable a los oídos de los judíos que se sentían orgullosos de ser elegidos y ser la raza de Dios. Dicha hostilidad de sus compatriotas hacia Jesús, mostrada por nuestro querido médico san Lucas nos manifesta desde el inicio el descalce que lo llevará a la cruz. Pero ahora no es el momento y Jesús pasó con gallardía por en medio de ellos, porque él si es verdaderamente miembro de la Raza de Dios. Este mismo desconcierto de los de Nazaret va a ocurrir en el libro de los Hechos de los apóstoles, cuando la Iglesia naciente pase del judaísmo al ámbito de los gentiles. Pues los judíos no han sabido reconocer al Profeta de Dios, y si lo harán los gentiles, como los griegos, romanos, sirios, fenicios, egipcios, gálatas, efesios, …. los que no tenia nada que ver con la raza de Dios son quienes abrazan la fe cristiana.
El pasaje de la primera carta de san Pablo a los corintios, cuyo capítulo 13 es el llamado “Himno al amor”, nos habla de la actitud totalmente contraria a la de los habitantes de Nazaret, describe de 7 formas positivas lo que es el amor y de 7 formas negativas los que no es el amor, pero resaltan dos conclusiones: «Si yo no tengo amor, nada soy»; «si yo no tengo amor, de nada me sirve». Sólo que se trata del amor de Dios no de ningún otro amor, puesto que desde el inicio de la carta habla de las divisiones que se habían dado entre ellos, unos decía que eran de Pedro, otros de Pablo y otros de Apolo, y será Pablo quien dirá que «Cristo es de todos, y todos somos de Cristo». Como en Corinto había una gran tolerancia a todo, obviamente había incluso prostitución sagrada con las princesas vestales, la gente decía: “Vamos a corintear”. Por eso, también Pablo habla de la decencia, de la moralidad en el culto, de los dones espirituales y concretamente hoy del himno que hemos escuchado. Sin el amor de Dios nada es posible.
Finalmente, por su necedad, a los nazarenos se les fue la salvación de las manos, y eso mismo puede pasarnos a nosotros. El don de Dios es lo más importante y al cual hemos de aspirar todos. De otro modo, muy bien podemos ser cristianos envejecidos que sólo tenemos un barniz de religiosidad, pero sin creer absolutamente en Cristo y tener nuestra confianza sólo en él. Un cristianismo que ante las pruebas y las exigencias se encoge, se reduce, pero tampoco se trata de poner condiciones intransigentes a quienes buscan los sacramentos; hay circunstancias y se deben cuidar las exigencias sin faltar el respeto a las personas. Tampoco se trata de una fe de supermercado donde sólo se toma lo que gusta o lo que se necesita, Cristo es todo o nada. ¿O somos o no somos?, la fe en Cristo es absoluta y se tiene totalmente puesta en él o no tenemos el amor de Dios, y así nada somos y de nada nos sirve. Para eso seguimos la Ruta en el camino al Sínodo de la Sinodalidad en nuestro caminar parroquial, luego decanal, luego la primera fase que es la diocesana y finalmente como Iglesia universal entorno al Papa en el 2023. Parece mucho tiempo, pero no lo es, en nuestro caso como comunidad parroquial mañana lunes por la tarde vamos a tener nuestra reunión con ese objetivo de “caminar juntos como Pueblo de Dios”, de la raza de Dios en sínodo de sinodalidad.
Amén, amén, Santísima Trinidad.