El Presidente López Obrador ha dicho en repetidas ocasiones que la mejor política exterior es la política interna. Sin embargo, el papel que ha delegado a la Secretaría de Relaciones Exteriores ha colocado a México en una nueva narrativa frente al mundo. Alineado con los principios y valores de la actual administración, el trabajo del canciller y su equipo ha sabido mantener el rol del país en la discusión global con asuntos tan actuales y necesarios como la desigualdad social y la importancia de la colaboración.
Con sus altas y sus bajas, la agenda de relaciones exteriores del país en la era de la 4T ha sido todo menos inactiva. Mención aparte merecen Marcelo Ebrard y el equipo de la cancillería en esta administración, su trabajo ha sido incansable y han mantenido a México en la órbita del panorama global, y eso no es cosa menor.
La Alianza del Pacifico, estoy claro que en números no se equipara con el T-MEC o con los tratados comerciales de México con la UE, tiene una gran relevancia: el simple hecho de que ahora nuestro país asuma la presidencia pro tempore del bloque (que se definió en la cumbre realizada esta semana en Bogotá) nos habla del rol protagonista que México sigue teniendo en la región.
Además, la existencia de este tratado comercial tampoco creo que deba menospreciarse. En los casi diez años de la Alianza, el comercio entre sus países miembros, México, Colombia, Perú y Chile se ha incrementado exponencialmente: la alianza del pacifico marca un hecho fundamental que es la diversificación y profundización de las relaciones económicas y comerciales con una visión estratégica y de largo plazo, amén del valor de integración que este tipo de acuerdos significan, más ahora, cuando existen pulsiones nacionalistas alrededor del mundo.
Cabe destacar la reciente integración de Singapur al bloque del pacifico y las pláticas y negociaciones que se mantienen con Australia, Nueva Zelandia y Canadá para una futura adhesión. En síntesis, este acuerdo económico pinta para tener un largo alcance, por ello es importante que nuestro país no quite el dedo del renglón y se mantenga vigente en este tipo de tratados.
México tiene una tradición diplomática que se está reinterpretando y que está ocupando importantes espacios con un discurso diferente, alejado del status quo de la ortodoxia económica y comercial, llevando inclusive mensajes e iniciativas sobre la pobreza, como lo hizo el Presiente en la ONU hace algunos meses. Su discurso fue claramente recibido y compartido.
En ese mismo sentido hay que destacar el manejo de la relación trilateral con Estados Unidos y Canadá dentro y fuera del marco del T-MEC, la tarea titánica de conseguir vacunas para el país, las demandas a los productores de armas en EU por su corresponsabilidad con el narcotráfico, la construcción de puentes con los nuevos liderazgos de izquierda en América Latina, el asilo a mujeres afganas exiliadas por el extremismo de su país, etcétera.
México, a partir del diálogo y la cooperación está redefiniendo sus fronteras diplomáticas, y lo hace con una dinámica distinta, cuidando la relevancia de nuestra relación con Estados Unidos, desde múltiples reuniones de alto nivel que alientan una agenda franca y ambiciosa, hasta el funcionamiento de la gran red consular y la atención a nuestros paisanos. En la forma, la política exterior de México tiene una gran relevancia. En el fondo, estamos presentes, somos escuchados y estamos abriendo caminos y cerrando brechas.