¿Nace el culto a la personalidad?

 

 

Ana Lucía Medina Galindo

 

“La superstición, la idolatría y la hipocresía tienen grandes pagas, pero la verdad tiene que mendigar”

  • Martín Lutero

 

Desde hace tiempo se observan destellos de un naciente culto a la personalidad de López Obrador, es claro que se fomenta la existencia de un “ser de luz” que guía al pueblo y que sana con su incuestionable superioridad moral cualquier mal, a él se le justifica cualquier acción, en él todo es correcto.

 

Como olvidar expresiones que derrochan lambisconería como las de Layda Sansores quien, en público le ha dicho al presidente “Eres guía, poema y cumpliremos tu ley…”, o Fernández Noroña verbalizando en la tribuna de San Lázaro que López es “el más excepcional líder político que haya tenido esta patria… Cómo regatearle, nada, al compañero presidente”.

 

Expresiones como esas podrían quedar en el anecdotario político si observáramos que son resbalones aislados, pero resulta ser todo lo contrario…

 

El martes 16 de noviembre, Andrés Manuel López Obrador se reunió en Palacio Nacional con los diputados de Morena, PT y PVEM, este hecho estuvo precedido por el vergonzoso festejo que esos mismos diputados organizaron al interior del salón de plenos de la Cámara para festejar el cumpleaños de López Obrador. Llevaron pastel, mientras lo mordían y lo pasaban de boca en boca entonaban las mañanitas, se abrazaban, exhibían figuras caricaturizadas de López, globos rojos (no encontraron color guinda), fotos y porras al presidente, peluches del jefe del ejecutivo con la banda presidencial, tomaban video y selfies con sus teléfonos para compartirlo en sus redes sociales… Todo esto fue transmitido en vivo por el Canal del Congreso.

 

El desagradable festín fue el inicio del momentum mágico que continuó en Palacio Nacional; fuimos testigos de cómo emocionados y conmovidos, los legisladores afines a López Obrador, —en un evento de reconocimiento por su resistencia parlamentaria— unos por convicción y muchos por necesidad, aplaudían y tomaban fotos a su líder supremo, los coordinadores de las bancadas y los secretarios de estado ahí presentes, observaban estremecidos la entrega del público legislativo; la euforia propia de “estar entre los tuyos” se exaltaba más al recibir la mirada, la palmada, la sonrisa aprobatoria de López.

 

Los dichosos oradores que tuvieron la oportunidad de agradar a su líder, le ofrecían cual ofrenda la aprobación sin un solo cambio del Presupuesto de Egresos de la Federación, al ritmo de “señor presidente, aquí estamos SUS DIPUTADOS”, hacían recuentos de su entrega parlamentaria.

 

Ante la mirada complacida de su paladín, se observaba la intención de todos los presentes por halagar a la persona, al fundador de la llamada cuarta transformación; porras y más porras, la idea era agradarle a él, aunque pareciera un concurso para elegir al más exagerado.

 

¿Será que nace un culto enfermizo?, las imágenes antes descritas obligan a recordar a los autoritarios de la historia, si bien no se puede asegurar que el autoritarismo va siempre de la mano del culto a la personalidad, si se observa una premisa: Entre más poder, concentre una persona, más atención tendrá, más seguidores buscarán congraciarse con él, por lo tanto, recibirá más alabanzas, los oportunistas intentarán a costa de lo que sea, llamar su atención y ganarse su aprobación. Dinámica que sin duda crece de manera proporcional con el aumento desmedido de poder.

 

El culto a la personalidad ensalza a personajes carentes de méritos y reproducen de forma organizada el uso distorsionado del nombre, figura y acciones para acumular más poder; distraen y esconden la incapacidad, los errores pasan desapercibidos o son ocultados, ese culto penetra en la sociedad que prefiere evadir el análisis y procura consumir al personaje construido, porque es más cómodo, porque atrae más.

 

Ante el avasallamiento legislativo, la obediencia a ciegas, los regaños al poder judicial, la sumisión absoluta de su gabinete, el entreguismo de muchos gobernadores, y una oposición que no vive los principios democráticos y reacciona desarticulada y a destiempo… Se deja espacio de sobra para el “prócer”.

 

Que malos tiempos para hacer frente al elogio sin control.

 

 

 

 

 

 

 

 

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