Por Luis Repper Jaramillo*
“Los delincuentes también son seres humanos y tienen derechos. Respetaremos sus Derechos Humanos” Con esta respuesta Andrés Manuel López Obrador, Coordinador Nacional de México (porque no gobierna) dejó paralizado, perplejo, “encabronado”, incrédulo, frustrados, a un grupo de campesinos de la Sierra Alta de Guerrero, que, en acción desesperada, bloquearon la marcha del convoy durante una gira de paseo por la entidad en 2019, que realizó el inquilino de Palacio Nacional.
No le quedaba de otra, de lo contrario atropellaría a hombres, mujeres y niños que veían en la imagen de López la última esperanza a su desgracia.
El 15 de septiembre de 2019, en este influyente espacio de información, análisis, opinión, crítica, editorial, se publicó mi Columna Semanal, con esta cabeza “El narco es pueblo y humano, no se le puede reprimir”: López Obrador, que incluía la siguiente conversación entre Andrés Manuel y jornaleros, quienes ilusionados esperaron por más de 10 horas el cruce, por un camino vecinal, de la comitiva presidencial.
Por la tarde, por fin lograron su objetivo: hablar con él. El resultado, indiferencia, “valemadrismo”, frustración, desilusión. Leerán por qué. Reproduzco tal cual los pocos segundos del encuentro:
Campesino: “señor, estamos indefensos, en la Sierra Alta, el narco, asesina, viola mujeres, nos agreden… Mande de inmediato al Ejército. No tenemos armas”. Le secunda una angustiada señora “nosotros estamos desarmados”
López Obrador: (sentado cómodamente en su flamante suburban blindada, rodeado de una docena de guaruras, no bajó del vehículo) respondió “el Ejército no se usa para reprimir al pueblo… Ello también son seres humanos y tienen derechos, nosotros respetamos sus derechos”
Campesino: (encabronado) replica ¡¡carajo!! ¿el narco es pueblo?”
López Obrador: (con displicencia y valemadrismo) “Sí, es pueblo… y todos somos humanos”
Ipso facto, volteó hacia el obeso chofer y le ordenó avanzar, dejando con la palabra en la boca a los jornaleros que por horas esperaron una respuesta digna, oficial, humana de la única esperanza que les quedaba. El pueblo bueno fue ignorado.
Este pasaje es sólo uno de centenares en los que el inquilino de Palacio Nacional da prioridad a la delincuencia organizada sobre la población. Su intimidad, diligencia, apoyo, sumisión, deferencia hacia los capos, sicarios, gatilleros, gavilleros, asesinos, cárteles es alarmante. Y no sólo desde la Silla del Águila, sino en sus periplos de campaña (en tres ocasiones) Ejemplo, cuando en 2017, como candidato electo de Morena a la elección presidencial ofreció a los delincuentes amnistía a criminales, incluidos líderes (como Ovidio Guzmán López).
Feliz, feliz, feliz, en un discurso sentenció “si es necesario convocaré a un diálogo para que se otorgue amnistía, siempre y cuando se cuente con el apoyo de las víctimas (sic), los familiares de las víctimas (asesinados). No descartaremos el perdón” Desde 2017 “dio color” de su inclinación hacía la delincuencia organizada.
De inmediato, el entonces secretario de Marina, Vidal Soberón, en el sexenio del priista Enrique Peña Nieto, le respondió “pactar con la delincuencia organizada es convertir al Estado en parte de la delincuencia” (Narcoestado)
Andrés Manuel con su perdón y olvido, a los desalmados creó (ya funciona) la base social del crimen organizado, que son poblaciones en donde, por voluntad o coacción, sus habitantes -especialmente jóvenes, adolescentes obligados- se convierten en parte de la estructura del narco: secuestradores, gatilleros, halcones, asesinos, etc. como en Celaya, Culiacán, Michoacán, Tamaulipas, etc.
La amnistía, perdón y olvido, “también son humanos”, respetaremos sus derechos humanos, etc. dieron paso a una realidad lacerante, el trato con grupos de posturas no ideológicas, sino delincuentes, asesinos, secuestradores, terroristas. Con el crimen no se negocia, ni se acuerda, Andrés Manuel, se le combate.
Tú perdonas y olvidas, mientras ellos sin misericordia, cobardemente, a mansalva y en libertad, masacran, asesinan, destruyen a la sociedad, como el caso de la Ciudad de Reynosa, Tamaulipas, en donde el 19 de junio un comando de sicarios (son humanos y tienen derechos) asesinó a 15 ciudadanos que caminaban tranquilamente por las calles, entre las víctimas se encuentran albañiles, estudiantes, un taxista, un mecánico.
La primera reacción torpe de las autoridades estatales, municipales y federales fue acusar a enfrentamiento entre carteles de la zona, cuando en realidad los atentados obedecieron a la “diversión” de sicarios y gatilleros. ¡Con eso del perdón y olvido, tienen manga ancha para jugar con la vida de inocentes!… López Obrador sólo espetó “ordené a la FGR atraiga el caso”. Indiferencia, inmoralidad, desinterés, protección a sus amigos asesinos.
En 2005 existían en el país 11 cárteles. En 2021 (gobiernos del PRI, PAN, Morena) ya fragmentados forman más de 200 grupos de la delincuencia organizada, pero más sangrientos, sanguinarios, inhumanos, protegidos por el gobierno federal omiso, cómplice y complaciente.
Pero las muestras más contundentes de la fidelidad, cariño, compromiso, sumisión, lealtad de Andrés Manuel López Obrador al crimen organizado las da su “amasiato” con el Cartel de Sinaloa, que regentea la familia Guzmán López. El primer caso fue el “culiacanazo” cuando el 17 de octubre de 2020, en esa ciudad, las fuerzas armadas habían sitiado en su casa a Ovidio Guzmán López, hijo del Chapo, heredero del Cártel. Ya detenido, esposado, sometido, el comandante del operativo recibió en su celular una llamada de Alfonso Durazo Montaño, en ese momento titular de la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana de la Transformación de 4ª, quien pidió “soltar, liberar a Ovidio”, sin presentarlo ante el Ministerio Público Federal por los cargos de delincuencia organizada, tráfico de drogas, asesinatos, etc.
El pésimo e improvisado jefe policiaco federal argumentó haber recibido un llamado a su celular del “patrón” Andrés Manuel con la orden fulminante de liberar a Ovidio Guzmán, así, nomás así.
Otro acto de hipocresía y enanez lópezobradorista se dio el 29 de marzo de 2020, en Badiraguato, Sinaloa, tierra del Chapo, cuando Andrés Manuel, saliéndose del protocolo de seguridad y político -de acuerdo a la agenda de gira- bajó de la suburban blindada para acercarse al vehículo de Consuelo Loera Pérez (abuela de Ovidio, madre de Joaquín Guzmán) para “casi casi” besarle la mano y rendirle pleitesía. Luego de ello, compartió la tortilla, la sal y la salsa con esa familia que celebraba el cumpleaños del nieto consentido, con una taquiza. La orden de los Guzmán fue, tiene que legitimar, con su presencia, la fidelidad hacia el Cartel de Sinaloa… ¡y cumplió!
El último “detalle” de vasallaje de Andrés Manuel, lo dio cuando la Corte de Justicia de Nueva York, halló culpable a Joaquín Guzmán por narcotráfico, lavado de dinero, que impuso cadena perpetua. Al hacerse público, López Obrador casi a punto de las lágrimas, lamentó la sentencia y dijo que El Chapo… de inmediato reaccionó y ofreció disculpas por haber mencionado la palabra “El Chapo”. “Me refiero, dijo, el Señor Guzmán”. Le había faltado el respeto a su “amigo” cuasi jefe. Acto de humillación y entreguismo de quien ostenta la representación oficial de 130 millones de mexicanos y que porta la Banda Presidencial que deshonra.
Apenas el 7 de junio, un día después de la jornada electoral intermedia, en su nicho de poder, la mañanera, presumió, resaltó, se solazó por la actitud de la delincuencia organizada el domingo electoral. Con orgullo, presunción y regocijo, escupió: “la gente se portó muy bien, los que pertenecen a la delincuencia organizada, en general bien” Como si fuera una gracia. Luego se supo que en el interior del país los sicarios y gatilleros -sus amigos- acosaron con armas largas, pistolas, granadas a los ciudadanos “invitándolos” a votar por todos los candidatos de Morena. No sorprende… funcionó “abrazos, no balazos”, “perdón y olvido”, “amnistía”, “los delincuentes son humanos”, “ellos también son pueblo y todos somos humanos”.
Atando cabos, entendemos que el narcoestado, o sea Transformación de 4ª, tiene prioridades, no son medicinas a niños con cáncer, combate a la pobreza, solución al desempleo, frenar las muertes por COVID, la inseguridad, educación de primera, acabar con la corrupción e impunidad, vida digna de la población. No. Lo suyo, lo de Andrés Manuel es quedar bien y atender con diligencia a la delincuencia organizada. Ya lo disfrutan Ovidio Guzmán, Consuelo Loera, El Chapo, los 200 cárteles que dominan al país, ¿y los mexicanos, Andrés, desde luego abandonados desde el 1 de diciembre de 2018.
*Miembro de los Grupos Editoriales Digitales gustavorenteria.mx, latitudmegalopolis.com, portalhidalgo.mx, grupometropoli.net, radioexpresionmexico.com