El crecimiento urbano en México se ha caracterizado por ser extensivo, desordenado y desmesurado, lo cual ha acarreado un conjunto de problemas e incertidumbres en detrimento de los niveles de vida de la población, dicho crecimiento apresurado a rebasado sus límites políticos, ciudades en progresión que han absorbido a poblados vecinos, convirtiéndose en suburbios de ella, dando origen a lo que se conoce como conurbación, además las construcciones se han extendido dentro de zonas verdes –áreas naturales–.
Crecimiento que ha provocado que las ciudades mexicanas se conviertan en escenarios improvisados de modelos y de políticas urbanas insostenibles, que lo único que han fomentado es; la desigualdad, el crecimiento de la pobreza, la discriminación social, la delincuencia, carencia de servicios, vulnerabilidad, etc., en pocas palabras, se ha fomentado el rezago social.
Este tipo de crecimiento constituye un predecesor de la violencia, ya que aumenta la desconfianza entre las personas y genera un sentimiento de inseguridad. En ciudades con estas características van desapareciendo o transformándose las formas de convivencia social, de apropiación y disfrute de los espacios públicos existentes, afectando de manera grave al tejido social.
Además, en la medida en que las ciudades se extienden, aumenta proporcionalmente el costo de la provisión de los servicios y equipamientos fundamentales para el bienestar e integración social, la inversión pública en infraestructura urbana y social se ve constantemente rezagada al tener que cubrir áreas cada vez más amplias de territorio. Del mismo modo, este crecimiento horizontal dificulta que los cuerpos de seguridad vigilen de manera eficiente estos territorios, ya que no se cuenta con suficientes elementos de policiacos que garanticen su vigilancia.
En la actualidad el urbanismo ha sido un tema central, desgraciadamente no es un fenómeno nuevo, me atrevería a decir que muy pocos países atendieron esta problemática en el pasado, y aquellos menos interesados sus estrategias fueron mediocres, sin diagnósticos a futuro. Creo conveniente apuntar que para el año 2030 existirán en el mundo 8.500 millones de personas, de las cuales 5.500 millones vivirán en las ciudades –áreas urbanas–, se vaticina que para ese año, en México un poco más del 90% de la población habitara en zonas urbanas, lo que implica la destrucción y fragmentación de muchas áreas verdes.
De forma constante gobiernos en sus tres niveles de responsabilidad, y de forma particular los responsables de las políticas públicas, presentan modelos de urbanización caducos, sin forma ni sentido sostenible, que han favorecido la concentración de población y aumentado los desequilibrios territoriales y las desigualdades sociales. La falta o mala planificación urbana explica en gran medida la pérdida progresiva del bienestar de sus habitantes, la degradación de su habitabilidad y la depredación del suelo urbano y natural.
El escenario actual muestra la incapacidad para el desarrollo de urbes sostenibles, ya que el propio capitalismo se ha encargado de difundir de forma irresponsable escenarios ideales de proyectos urbanos que conciben la ciudad como una mercancía de consumo –marketing urbano– donde prevalece lo estético y lo perecedero, por encima del sentido común, es decir, del bienestar social
y natural.
En los últimos años se ha buscado en México un patrón de modelo urbano, replicando a toda costa ciudades con modelos exitosos, más que desarrollar programas y acciones concretas para alcanzar una gestión urbana integral y sostenible a largo plazo.
En México los estudios urbanos son promovidos y realizados, generalmente, por las mismas instituciones públicas encargadas de autorizar proyectos de desarrollo urbano o de evaluar los impactos ambientales de obra e infraestructura, tal vez una gran incongruencia, ya que se manejan intereses mezquinos y se presenta altos niveles de corrupción, desatendiendo las necesidades de la población y del medio ambiente.
De predominar el patrón de crecimiento horizontal y expansivo de México, nos enfrentaremos a diversos contextos que traerían mayores conflictos sociales y ambientales: se incrementarán las distancias, tiempos y costos de los trayectos urbanos; crecerán las externalidades negativas o costos sociales y se requerirá de mucha mayor inversión para lograr una mejor conectividad.
El aumento en la movilidad traerá consigo un mayor número de automóviles, generando mayor contaminación de gases de efecto invernadero por el uso de combustibles fósiles, agravando las afectaciones al medio ambiente. Los asentamientos humanos ilegales e irregulares serán la constante, generando zonas de riesgo y focos rojos, esencialmente en las zonas periurbanas.
Esto implica un gran reto para México, ya que es en las zonas urbanas donde se concentra su fuerza productiva, por ello es fundamental ordenarlas, hacerlas más productivas y competitivas, reduciendo sensiblemente la inequidad y desigualdad social así como su huella ambiental, siendo este último un tema central, ya que es prioritario contar con programas de desarrollo urbano encaminados a hacer frente a la adaptación y mitigación frente al cambio climático y calentamiento global.
Dichas políticas deberán incorporar estrategias sostenibles que garanticen la generación de bienes y servicios de calidad, como: una agricultura orgánica urbana; la adecuada gestión de los servicios urbanos básicos –recolección, reducción, reciclaje y disposición final de residuos sólidos–; el abasto y tratamiento del agua; una movilidad urbana sustentable; así como de políticas de reverdecimiento de las ciudades que permitan disminuir la intensidad energética de las ciudades, mitigar emisiones de gases de efecto invernadero, mejorar la calidad el aire, contener las olas de calor y proteger a la biodiversidad existente.
Es fundamental tomar en cuenta que todos estos aspectos no pueden concebirse de manera aislada, sino sistémica, siendo las ciudades y comunidades urbanas una sola unidad, por lo que deben atenderse todas las necesidades de manera simultánea, o con una planeación de atención con metas a corto, medio y largo plazo, así como indicadores de éxito.