Nuestro país atraviesa por uno de los momentos más complicados en décadas. Este año celebramos las elecciones más grandes de la historia; el país atraviesa por una de las peores crisis económicas de las que haya registro, además de una crisis sanitaria global que ha puesto de cabeza al mundo. Aunado a esto, el clima político y social que vive el país se encuentra en un estado permanente de polarización que poco ayuda al debate público.
Y aquí es donde quiero detenerme. En columnas pasadas he reflexionado sobre la necesidad de contar con actores políticos dignos del cargo y que cuenten con experiencia en el servicio público, en ese sentido, y dado el torbellino de acontecimientos que han sacudido la vida política del país en días recientes, creo que es importante hacer un reparo ante lo que estamos viviendo.
Más allá de señalar lo buenas, regulares o pésimas que pueden llegar a ser las decisiones del Ejecutivo, resalta aquí la necesidad urgente de la administración en turno por sacar adelante su agenda de lo que presume como transformación. Aún es muy pronto para saber cómo se va a acomodar el mapa el día de las elecciones, pero por ahora todo indica que Morena se lleva el carro completo una vez más.
Entiendo el escozor que provocan en ciertos sectores muchas de las decisiones del Presidente, pero sinceramente del lado de los que se quejan no veo propuestas articuladas ni soluciones a los problemas que ya teníamos y a los que ha generado este nuevo régimen. Y ahí es donde está el verdadero meollo del asunto, porque si ni la oposición ni el sector empresarial se pueden poner de acuerdo en qué proyecto de país quieren, a los ojos de la gran mayoría la única opción sigue siendo la del partido oficial.
Y si bien uno puede tener encuentros y desencuentros con el proyecto lopezobradorista, el hecho de que este régimen acapare todo el poder y de que exista una cerrazón desde el Ejecutivo a ser más pragmático y menos ideológico, a no tener apertura y entender cómo funciona el mundo para la toma de decisiones, complica aún más el panorama para el país e incluso para el propio proyecto de la 4T.
Por ello creo que como ciudadanos debemos insistir en la necesidad de un ejercicio político más plural y con mayor apertura; debemos exigir a los partidos soluciones realistas a las problemáticas que vivimos. La apuesta de la oposición no puede seguir siendo la narrativa de que todo está mal y menos aún si tomamos en cuenta que su credibilidad y autoridad moral están por los suelos.
Ante lo que no ha funcionado, ante las políticas públicas y económicas que han sido insuficientes, ¿qué proponen el resto del espectro político y la iniciativa privada? Hoy más que nunca, México requiere del compromiso de todos los actores de la vida política y económica, incluido el partido en el poder. No podemos darnos el lujo de que este sea otro sexenio perdido.