¿Cuáles son los límites de la libertad de expresión? ¿Hay que establecerle límites? ¿Quién los decide y por qué? ¿Debe ser el Estado el que imponga los parámetros o cada quien puede decidir según su fuero interno qué puede decir y qué no? En las últimas semanas estas preguntas han sido las protagonistas en el debate público sobre la regulación de las redes sociales. Un tema por demás complejo y que ya lleva un buen tiempo en la conversación pública en todo el mundo.
Y no es para menos, desde sus inicios, los espacios en la web lograron escapar a casi todas las reglas impuestas por el mercado o el Estado y solo en años recientes autoridades públicas y privadas han reparado en la necesidad de establecerle límites al mundo digital, y en algunos casos lo han logrado; en Europa se han establecido criterios para limitar la libertad de expresión cuando existen espacios que promueven discursos de odio, por ejemplo. En cuanto al mercado, la implosión del comercio digital ha facilitado la creación y perfeccionamiento de mecanismos que eviten el fraude o robo de identidad.
La cuestión ahora y que ocupa al debate público tiene qué ver con nuestra libertad en estos espacios y hasta qué punto uno puede consumir o no cierto tipo de contenido, expresar una opinión o que una determinada red social decida cuando suspender o eliminar a un usuario. La problemática no es sencilla y existe toda una discusión sobre los alcances del Estado en un espacio de propiedad privada y los alcances de la propiedad privada para decidir quién tiene derecho o no a participar en sus espacios.
Más allá de si las intenciones de Ricardo Monreal, quien propone la regulación a las redes sociales, obedecen a las necesidades del cálculo político o si de verdad existe un genuino deseo de regulación en beneficio de todos, considero que el quid de la cuestión debe ser más profundo y amplio.
Es cierto que las redes sociales y el internet mismo cristalizaron la utopía de un espacio en el que el usuario posee la absoluta libertad de decidir qué ve, qué lee, qué escucha, pero, sobre todo, qué opina y expresa sobre un tema en específico. Y aquí es donde el escenario idílico del ciberespacio empieza a mostrar sus claroscuros. En la web abundan los sitios dedicados a la pornografía infantil, a la promoción de ideas racistas, machistas, homófobas; sitios que se especializan en la difusión de la violencia, venta de armas, de drogas, de personas.
Existen cientos de foros y espacios sobre cantidad infinita de temas, algunos meramente inofensivos otros quizá no tanto. Este escenario nos ha brindado la posibilidad de publicar y expresar lo que queramos en internet sin ningún tapujo… hasta hace poco, cuando espacios como Facebook, Twitter, Instagram entre otros grandes proveedores de redes sociales optaron por establecer ciertas reglas a sus usuarios que hay que decirlo, han usado a conveniencia del vaivén de sus intereses económicos.
Entonces, mi preocupación descansa en lo siguiente: frente a la iniciativa de regulación, bienvenida sea, es necesario debatir estos temas, en qué términos se hará esta; se van a incluir a todas las voces, y cuáles son esas voces; hasta qué punto el Estado va a intervenir en la regulación de contenidos y expresiones; se elaborarán una serie de criterios bien establecidos y apegados a normas internacionales o se hará un documento al vapor en aras de satisfacer el ardid del momento.
¿Existe un plan detallado sobre los límites y topes para los gigantes de las redes sociales?; ¿Cuáles serán esas reglas o términos y condiciones que se establecerán para el uso de una red social?; ¿Quién los va a redactar y cómo se van a implementar?; ¿Cuál va a ser el alcance de todos esto?; ¿sólo se van a regular a las principales redes sociales o a todas?
En fin, el asunto con las redes no es tan sencillo y me parece que la discusión debe ir más a profundidad puesto que sus aristas son diversas y complejas. Esperemos que el avance en esta iniciativa logre establecer una regulación sensata que evite abusos y excesos y que procure el beneficio de los usuarios de las redes. Veremos…
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