En 1942 se establecieron relaciones diplomáticas entre China y la Santa Sede. En 1946 se nombra al primer cardenal chino y ese mismo año se establece la nueva estructura de la iglesia. Cuando en 1949 el gobierno nacionalista de Chiang Kai-shek huye hacia Taiwán, la nunciatura se queda en la China continental.
Es cuando Mao Zedong toma el poder y funda la República Popular de China. En 1949, el Santo Oficio condena el comunismo en Europa, pero tiene efectos sobre el nuevo régimen chino. En enero de 1951, el nuevo gobierno establece la Oficina de Asuntos Religiosos. Entre ese año y el de 1954 se expulsa a los misioneros católicos extranjeros y al nuncio.
En 1957 se funda la Asociación Patriótica de Católicos Chinos, bajo el control del gobierno, y se llevan a cabo las primeras ordenaciones episcopales sin aprobación de Roma. En 1958 se ordenan 20 obispos. El Vaticano desconoce a la asociación y asume que los nombramientos son ilegítimos, pero válidos. No se habla de cisma.
Ya en el Concilio Vaticano II participan 60 obispos exiliados de China continental que incluye a 49 extranjeros. No se invita a los obispos nombrados por la asociación. En 1966, con la Revolución Cultural, se prohíbe toda actividad religiosa y se cierran todos los lugares de culto. En 1976 fallece Mao y se pone fin a este movimiento.
En 1979, con el gobierno de Deng Xiaoping, hay los primeros signos de apertura religiosa. En 1980 se reanuda la Oficina de Asuntos Religiosos. Las cinco Asociaciones Patrióticas Religiosas (budismo, el taoísmo, el islam, el protestantismo y catolicismo) celebran congresos nacionales. Se crea un colegio de obispos chinos, que Roma no acepta.
El Vaticano en 1981 reconoce a monseñor Deng Yiming como arzobispo de Cantón. En ese mismo año la Santa Sede autoriza a los obispos chinos fieles a la Santa Sede ordenar obispos sin autorización previa de Roma. Se agudiza la confrontación entre obispos “clandestinos” y “oficiales” o “patrióticos”.
En 1982 el jesuita Aloysius Jin Luxian abre el seminario de Sheshan después de que, por tres décadas, la Iglesia se había quedado sin espacios de formación. Al final de los ochenta eran ya 200 los sacerdotes ordenados. El gobierno devuelve algunos bienes confiscados y permite se abran conventos de monjas, actividades caritativas y formativas.
La política de control religioso continua en la década de los noventa. Al fin de la Revolución Cultural obispos de la Asociación Patriótica, de manera clandestina, empiezan a pedir el reconocimiento de Roma y lo obtienen. En 2007 el Vaticano declara que en China “casi todos los obispos y sacerdotes están en comunión con Roma”. A pesar de esa realidad continúan las ordenaciones sacerdotales y episcopales “ilegítimas”. En ese mismo año Roma declara que espera se abra el diálogo con el gobierno.
En 2018, ya con el papa Francisco, el Vaticano y el gobierno chino firman un acuerdo histórico, para el nombramiento abierto de obispos por la Santa Sede. En la actualidad se estima en 12 millones el número de los católicos en es país. Días atrás las autoridades chinas confirmaron la extensión del acuerdo y que “seguirán hablando y haciendo avanzar el proceso para mejorar sus relaciones” con el Vaticano. El contenido de este acuerdo provisional se conserva en secreto.
El número de católicos se ha mantenido estable durante las últimas siete décadas, pero la creciente apertura del gobierno chino puede modificar esa situación. Lo que es un hecho es que crece el número de los evangélicos de distintas denominaciones. Para 2030, algunos especialistas consideran que China podría acoger la mayor comunidad cristiana del mundo con 250 millones de creyentes.
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