¿Por qué debatir en lo privado con amigos y amigas sobre feminismo siempre es tan distinto en comparación a cuando se da una posición pública?, o incluso escribir sobre un tema tan actual se hace de forma diferente si se comparte con extraños, ¿es, tal vez, por corrección política?, ¿es acaso por temor al poder masculino o es solo costumbre de tantos años y no nos damos cuenta?
¿Las anteriores condiciones son un falso debate o hasta hipócrita y temeroso?, ¿por qué siempre se buscan lugares comunes y a veces el recurso del odio para sustituir una reflexión serena y racional, pero, sobre todo, muy necesaria en nuestros tiempos?
La historia de la situación actual de la mujer en la sociedad es vieja – al decir vieja la referencia es meramente a una cuestión de tiempo – que se enmarca en un proceso largo y penoso. ¿Cuándo pasó la mujer de ser una deidad y libre pensadora a objeto y propiedad de alguien?
La literatura y la filosofía dan cuenta de ello: cómo explicar la importancia de Sócrates sin Jantipa, su esposa que le enseñó al filósofo el valor de las mujeres en una época en la que no tenían voz, ni voto, o la trascendencia de la biblioteca de Alejandría gracias a la presencia de Hipatia; sin embargo, casi o nadie las conoce o recuerda.
Pareciera que el eterno femenino, del que habla Goethe en su Fausto, todos quisieran borrarlo de la historia o, al menos, ignorarlo y, lamentablemente, con toda la responsabilidad se debe de decir, a veces nosotras mismas contribuimos a este propósito o para decirlo en palabras de Mary Shelley: “el lobo se vestía con la piel de cordero y el rebaño consentía el engaño”, y a veces a hasta lo festeja.
Hoy lo festejamos buscando un debate subjetivo, en la mayoría de las ocasiones, sin hablar de los verdaderos orígenes del problema, pues hay feministas de pose y a veces hasta de moda; por eso hay que ser irreverentes: un día, alguien me dijo que no respetaba a las feministas que no sabían quién era Simone de Beauvoir, debo confesar que en principio no le di la razón, pasaron los años y muchas experiencias y hoy debo decir: tenía razón.
Aquí la explicación: “Un principio bueno creo el orden, la luz y al hombre. Un principio malo creo el caos, la oscuridad y a la mujer”, con esta cita de Pitágoras, Simone de Beauvoir comienza su libro El Segundo sexo, y parecería un inicio terrible y provocador, pero la autora es famosa por escribir lo que una gran cantidad de personas llama la biblia del feminismo.
Acto seguido la obra, racionalmente, impulsa la idea de la mujer con identidad, valores y necesidades individuales, pero siempre apegada a la colectividad por ser una lucha por la igualdad de todos y de todas. Decía con frecuencia que para ser mujer no bastaba haber nacido mujer, había que serlo todos los días y con esa bandera inició el debate de la libertad sexual, el derecho a decidir sobre su cuerpo y más: la mujer es por sí misma y no por con quien está (preguntarle a Sartre) en fin la búsqueda de la igualdad en todos los sentidos.
Hoy, sabemos que instituciones y principios ancestrales se unen para pretender hacernos pensar que no somos iguales y que la autoridad del “Pater familias” es única y eterna, instituciones que durante siglos se han encargado de moldear nuestra forma de pensar (ideología, dixit la socióloga e intelectual chilena, Martha Harnecker)
Por eso pienso que la corrección política juega en contra nuestra o el temor de señalar instituciones que ejercen el poder de tal manera que condenan y hasta queman en leña verde a quienes con valor señalan que la vida y el papel de las mujeres ha cambiado.
Vivimos otros tiempos, de cambio vertiginoso y responsable. Vamos al debate serio, profundo, propositivo, congruente y realista.
Escribiendo esto, recordé una pieza teatral muy mexicana, graciosa sí, pero que dibuja de gran manera nuestros temores, nuestra doble moral y una realidad casi dolorosa, la recomiendo ampliamente para este fin de semana y se queden en casa:
- DEBERÍA HABER OBISPAS – de Rafael Solana.
¡¡Disfrútenla!!
¡Hasta la próxima!
Jessica Vega
@jessyvega81
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