La capacidad de resiliencia, la inteligencia emocional y la tolerancia a la frustración, permitirán a las personas mantener su estabilidad emocional ante las situaciones perturbadoras que viven durante la contingencia sanitaria provocada por el COVID-19; en ello coincidieron especialistas de la Red Internacional de Estudios Constitucionales (RIEC) durante el foro “El derecho a la estabilidad emocional”.
En el marco del Seminario Internacional “El asedio de la pandemia COVID-19 a los derechos humanos: desafíos mundiales para el Estado Constitucional”, organizado por la RIEC y la Comisión de Derechos Humanos del Estado de México (Codhem), explicaron que la salud emocional y mental es un desdoblamiento del derecho a la salud, ya que ésta forma parte del estado de completo bienestar físico, mental y social, no limitado a la ausencia de afectaciones o enfermedades.
En el contexto internacional de la emergencia sanitaria decretada por la Organización Mundial de la Salud, el impacto psicológico y la forma de afrontar emocionalmente los efectos de la pandemia, repercute considerablemente en las interrelaciones de las personas en sus actividades cotidianas y también ha traído afectaciones en la salud mental.
Los expertos señalaron que el trabajo a distancia, el desempleo, las nuevas formas de comunicación, la falta del contacto físico entre las personas y el confinamiento, han tenido repercusiones emocionales, ante lo cual los profesionales de la salud mental habrán de realizar una relevante labor para desarrollar capacidades de respuesta y adaptación al nuevo entorno por medio del manejo del estrés, de las emociones y sentimientos, y del autoconocimiento para afrontar el miedo y la realidad que a cada instante nos relaciona con la muerte.
El presidente de la Codhem, Jorge Olvera García, comentó que el miedo, inquietud, estrés y la tensión son respuestas normales de la población ante amenazas que provienen de lo desconocido, por lo que es comprensible que las personas experimenten miedo ante el temor de contagiarse o ser portadores del virus, aunado a los cambios en su vida diaria y las restricciones de movilidad para evitar que la pandemia se extienda.
El líder de la RIEC, Dr. Enrique Uribe Arzate, indicó que la estabilidad emocional está íntimamente ligada a la vulnerabilidad humana, por tanto, urgió que el derecho a la estabilidad emocional se erija en un derecho fundamental de nuevo cuño, es decir, “en un derecho que a nivel interdisciplinario garantice certidumbre y desarrolle confianza en los ciudadanos, respecto a las instituciones de gobierno ante las determinaciones que han tomado para afrontar la pandemia”.
Los especialistas concluyeron que el miedo a lo desconocido, la incertidumbre, la angustia, zozobra y los duelos inconclusos, son algunas manifestaciones y secuelas emocionales que dejó la pandemia, por lo que el derecho debe dar respuestas jurídicas concretas.