Hoy sabemos perfectamente que la transición democrática no resuelve como por arte de magia los problemas de una sociedad como la mexicana, cada vez más grande y compleja, y, sin duda, la gobernanza y la armonía son los retos más formidables.
Los pendientes son muchos y diversos, pero la impunidad, desde una perspectiva puntual, es uno de los más delicados, sino que el más grave, porque el origen de muchos de nuestros problemas se origina bajo su regazo.
Entonces, cómo acometer un problema de esa magnitud porque también debemos verlo desde la óptica de una sociedad que piensa que la ley es simplemente una sugerencia; sin contar que, por momentos, al Estado parece no alcanzarle el garantizar justicia para todos. En resumen, es un problema conjunto, sociedad-gobierno, y en esos ámbitos debe encontrarse la solución.
¿Cuál es el punto donde estas dos versiones del problema se juntan?, ¿Qué es primero: el Estado florece y se desarrolla porque hace cumplir la ley o se desarrolla y florece porque la sociedad respeta y cumple la ley?.
Pero hoy, el tiempo se acorta para ambas versiones, y el elemento que las colisiona y armoniza al mismo tiempo se llama EDUCACIÓN.
Esta es la realidad del Estado mexicano: vivimos en un país donde hasta 97 por ciento de los delitos que se denuncian nunca llegan a concluir con una sentencia, esto es verdaderamente desalentador y hasta trágico.
A este panorama se suma otro problema: la no denuncia. Un ejemplo se encuentra en la investigación de René Jiménez Ornelas, especialista del Instituto de Investigaciones Sociales de la UNAM, quien revela que el porcentaje de no denuncia en el Valle de México es hasta de 73.6 por ciento y a nivel nacional de 67.7 por ciento; es decir, en promedio, 7 de cada 10 delitos que se cometen no se denuncian.
Esto da como resultado que estamos frente a un colosal problema: México ocupa el primer lugar en América Latina y el cuarto en el mundo en nivel de impunidad.
Bajo este panorama, debemos preguntarnos: ¿Por qué si diversas expresiones políticas tiene o tuvieron la posibilidad de gobernar nada cambia? ¿Por qué no se ha impulsado una profunda reforma que tenga como objetivo resolver algo tan urgente y doloroso?, ¿Por qué no iniciar una reforma que de autonomía, presupuesto y mayores facultades de investigación al representante social (MP)?.
Y si el problema en la impartición de justicia es la existencia de pocos jueces, ¿por qué no aumentar su número?, pero aunque la solución pareciera fácil nos encontramos con otros factores: la corrupción, la complicidad, los intereses personales y ¿Qué hacemos con estos elementos siempre presentes?.
Desembocan en otras dudas:¿Por qué no denuncia la ciudadanía?, ¿No hay confianza?, ¿Sabemos de antemano que no solucionará nada? o no lo hacemos porque formamos parte del problema, en donde es mejor una “mordida” que pagar una multa.
Hoy las denuncias que se realizan, en su mayoría, son porque son un requisito para cobrar un seguro o algo parecido, y lo que más se denuncia son robos de celulares o autos, y ya. La denuncia, entonces, se convierte solo en un trámite y ¿Por qué para lo demás no sirve?
Sin duda, porque se conjugan otros factores sociales, culturales y hasta antropológicos, tal como lo señala una encuesta del Instituto de Investigaciones Jurídicas: uno de cada cuatro mexicanos piensa que “violar la ley no es tan malo”, sino que te cachen o la eterna premisa de “El que no tranza, no avanza“, una sentencia que refleja de cuerpo completo un problema serio, una doble moral, pues 40 por ciento opina que está bien, siempre y cuando no se lastime a nadie. ¡Vaya incongruencia!
Es cuando debemos reflexionar lo que escrito por Platón en “La República” sobre el pastor Giges y preguntarnos, ¿Giges es mexicano o un hombre universal?
Giges es un pastor que vio cómo se abría la tierra y al descender entre la grieta encuentra, entre otros tesoros, un caballo de metal que su interior tenía el esqueleto de un hombre con un anillo de oro.
El pastor se lo quitó y al colocárselo, para su sorpresa, se volvió invisible, ¡sí, invisible!, y lo primero que pensó fue todo lo que podía hacer si nadie lo veía, regresó a su ciudad y con ventaja cortejó a la reina, destronó al rey y se asumió como soberano.
En su momento, Platón escribió este mito para describir al hombre que siempre busca esconderse para no cumplir la ley, la ética y beneficiarse aún por encima de la justicia, y a eso se le llama IMPUNIDAD.
En nuestra realidad y tiempo, se debe decir que no son días para ponernos el anillo de GIGES porque cuando alguien no cumple la ley comete un delito y cuando este no recibe castigo se llama Impunidad.
El tema es complejo porque interviene el individuo, interviene la sociedad, intervienen las instituciones que nos hemos dado para buscar armonía y felicidad pero también los intereses de cada uno de los actores.
Hoy, podemos decir que la transición democrática es solo el principio para acabar con este mal, que la agenda y el camino aún son largo, sí; pero todos, todos estamos en ese sendero y es momento de inclinarnos por la equidad, justicia y bienestar conjunto.
¡¡¡Hasta la próxima!!!
Jessica Vega
@jessyvega81
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