Estimado lector ya a varias semanas inmersos en la situación en la que nos encontramos ahora en México como consecuencia del COVID-19 va cambiar tarde o temprano. En China, Italia, España e incluso Estados Unidos, los países más afectados por la pandemia, ya están en una fase diferente y las personas están saliendo, poco a poco, de sus casas.
En México esta semana enfrentaremos el periodo de mayor contagio en el país. Apenas estamos viendo como sube el número de contagios mientras la desesperación de algunas personas empieza a llegar a su límite tras la falta de circulación económica. Así nos encontramos en un momento estratégico para pensar hacia dónde irá el país una vez que termine la Jornada de Sana Distancia. El ingenio de los comerciantes locales para hacer llegar los productos hasta casa, cabe resaltar el excelente trabajo de la Secretaria de Educación para la atención de los niveles básicos de educación para las niñas y niños las muestra de solidaridad hacia quienes enfrentan el virus desde la primera línea y la disciplina con la que muchas personas acataron el “Quédate en casa” podrían darnos unas pistas de lo que, como ciudadanía, queremos para el futuro.
Antes que nada, es evidente que el gobierno y la sociedad tenemos que mejorar cómo vivimos las y los mexicanos, partiendo del empleo, salud y alimentación que son palabras claves cuando se habla de vida digna en el mundo. Cualquier estrategia de reactivación económica debe tener en el centro estos derechos sociales. México podría llegar a ellos en esta nueva etapa a través de proyectos de inversión para infraestructura no contaminante: solarización de hogares y edificios públicos, la electrificación del transporte y el fortalecimiento de un modelo de producción agroecológico.
Una cosa va de la mano de otra: México se podría ahorrar hasta 871 mil millones de pesos si electrifica el transporte en las ciudades del país, pues actualmente los gastos para atender enfermedades derivadas de respirar aire contaminado, rebasan el Gasto del Sector Salud y el Presupuesto al Fondo para la Mitigación y Adaptación.
Asimismo, el gobierno debe asegurar la autosuficiencia alimentaria reorientando los recursos públicos hacia la apertura de mercados de comercio justo y medios de distribución de producción local, ya que, en tiempos de crisis, el acceso a los alimentos saludables, naturales, producidos localmente es estratégico para preservar la salud ambiental y de la población. Recordemos que, en México, uno de los retos frente al COVID-19 ha sido la densidad de población con obesidad y diabetes, derivadas del consumo de alimentos ultra procesados y con alto valor calórico.
Cambiar el modelo de consumo y producción ya que México, como la mayoría de los países del mundo, basa su modelo de producción y consumo en la explotación de la naturaleza y las personas, la contaminación del planeta, la generación de grandes cantidades de residuos y gases de efecto invernadero (GEI) y la ampliación de las desigualdades, lo que nos hace más vulnerables ante las crisis.
Si queremos caminar en un sentido contrario una vez que superemos la pandemia, nuestro país tiene que transitar hacia un nuevo modelo de economía circular, restaurativa y regenerativa, es decir, no podemos seguir dependiendo de los plásticos y de otros empaques de un solo uso para distribuir los productos, sino que necesitamos formas alternativas de distribución basadas en modelos de reutilización de materiales durables y resistentes, así como de venta a granel (libre de empaque).
También hay que mejorar nuestra infraestructura y espacio público, tenemos que descarbonizar el transporte e impulsando las energías renovables, esto quiere decir, por ejemplo, sustituir la flota vehicular del gobierno por vehículos eléctricos, fomentar la renovación del transporte público para adquirir autobuses eléctricos en las zonas metropolitanas del país (ciudades que excedan 500 mil habitantes), implementar redes de ciclovías en las ciudades del país, construir carriles especiales de transporte público rápido, y renovar y actualizar la red eléctrica nacional para favorecer la energía renovable distribuida y abastecer las necesidades de energía del país.
Así mismo acelerar la transición energética, no podemos caminar hacia atrás. México debe asumir su responsabilidad en la crisis climática como emisor en su décimo segundo lugar a nivel mundial y como país altamente vulnerable a los efectos del cambio climático, pero también tiene un potencial único para la generación de energía verde.
México es uno de los cinco países con mayor potencial solar bruto del mundo y posee alto potencial eólico. Para aprovecharlo se deben reactivar las subastas energéticas de largo plazo para promover el desarrollo de energías renovables que permita alcanzar las metas contenidas en la Ley de Transición Energética a 2024 y desarrollar metas nuevas y más ambiciosas para el 2030. La Secretaría de Energía (Sener) debe promover que la generación eléctrica proveniente de fuentes renovables para cumplir con la Ley General de Cambio Climático para la Industria Eléctrica. Con ello, México tiene la posibilidad de crear miles de empleos y el potencial de generar millones de GWh/a suficientes para generar el 100% de la energía consumida anualmente en el país en 2030.
Finalmente, poner más dinero en las manos del pueblo. El estímulo más fuerte e inmediato que puede promover el gobierno de México es aumentar los beneficios y reducir los tiempos de inactividad para quienes pierden sus empleos durante la pandemia. Si bien apoyar a través de microcréditos a pequeñas empresas es un paso, es esencial definir una política de mayor envergadura para generar más ingresos y una mejor distribución a mediano y largo plazo.
Por ejemplo, proyectos como la generación distribuida de energía o la transformación de la infraestructura del transporte público y privado en las ciudades podrían lograr minimizar la pobreza energética en el país; que miles de familias obtengan un ingreso extra al vender excedentes de producción de energía, así como generar miles de empleos (con salarios justos y seguridad social) a nivel local al hacer las ciudades más sustentables.
El humanismo, la conciencia ecológica, visión de género, la promoción de los Derechos Humanos la solidaridad y la responsabilidad son los medios y las herramientas que cada mexicano debería tener de manera adherida en su vida diaria para hacer de este un país mejor.
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