Estimado lector, en estos días hemos podido percibir que además del contagio, un asunto que preocupa a la población mexicana con respecto a la COVID-19 es la economía de las familias, principalmente de aquellas cuyo ingreso depende de comercios locales, que viven al día o que laboran en algún tipo de establecimiento que le paga por hora o semanalmente, viéndose afectada directamente sus ingresos necesarios para sobrevivir.
Como consecuencia del llamado gubernamental “Quédate en casa” que ahora se extiende hasta el 30 de mayo, las calles, tianguis y mercados de las principales ciudades del país empezaron a vaciarse de personas. Esta medida empieza repercutir a muchos sectores, sobre todo el empresarial con consecuencias económicas , que son fáciles de percibir sobre todo en la escases de adquirir alimento, ya ni se diga si surge algún caso de contagio dentro de las familias en el problema presupuestario que estarían inmersos, incluso instituciones de educación también tendrán según especialistas algunos inconvenientes para hacer la emisión de pagos pero al final del día obtendrán su quincena como se dice coloquialmente.
Los supermercados de las grandes cadenas no han tenido el mismo impacto, pues antes de resguardarse en sus hogares, cientos de personas hicieron compras masivas, además sus ganancias se cuentan por millones.
Los negocios locales han mostrado menos resistencia que los supermercados para dejar atrás los plásticos de un sólo uso. Varios de ellos ofrecieron productos a granel, distribuyen sus productos en embalajes de reutilizables y sin etiquetas contaminantes y ofrecieron envolturas de papel reciclado o reutilizables.
A fin de mitigar las pérdidas y al mismo tiempo contribuir con la iniciativa “Quédate en casa”, los negocios locales se organizaron al interior de los mercados e impulsaron alternativas de distribución que no son contaminantes: llegan con diablitos o en bicicleta y traen los productos en costales para evitar el uso de bolsas de plástico. Por qué hay que reconocer también que existen emprendedores que fomentan sus negocios de manera sustentable y hay estado tomado medidas creativas y un gran esfuerzo para distribuir sus productos a domicilio. Si bien es cierto según las estadísticas aún no ha funcionado este tema en comunidades o pueblos a diferencia de las grandes ciudades que tienen la cultura de las apps de entrega.
También hay que considerar que muchos de los productos de frutas y vegetales que ofrecen los supermercados provienen de cadenas de producción abusivas y de explotación en contra de personas jornaleras en los campos agrícolas mexicanos y de Estados Unidos.
Asimismo, los productos de carne que se comercializan en los supermercados provienen de corporaciones ganaderas cuyos modelos de producción se basan en la explotación de la naturaleza y las personas, la contaminación del planeta y la generación de grandes cantidades de residuos y gases de efecto invernadero.
Por el contrario, los productos que se comercializan el caso de los mercados y tianguis provienen generalmente de una red campesina y productora que no distribuye a escalas internacionales, pero alimenta a miles de familias mexicanas.
Una vez que pase la emergencia sanitaria, varias familias en México podrían enfrentar situaciones económicas desfavorables. Pero está en nuestras manos hacer la diferencia y fomentar la solidaridad. Hay que apoyar el consumo local y despedirnos (o consumir lo menos posible) en los supermercados. Esto ayudaría a que las familias mexicanas recuperen sus ingresos, evitaría que la brecha de desigualdad económica se haga más grande en nuestros países y, al mismo tiempo, haríamos equipo con los sectores que han demostrado estar de lado del medio ambiente con ideas innovadoras y con disposición de transformar sus formas de producción y distribución para no dañar el planeta que habitamos.
ontacto.
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