A pocos días de su boda, el novio recibe un consejo de su compadre: “En cuanto te cases, cómprate una vaca morada”. “¿Una vaca morada compadre? ¡Si a mi ni me gustan los animales!”. “Sí compadre. La llevas a tu nuevo hogar y le construyes un establo en el patio. Todos los días sales, la acaricias, la alimentas, la ordeñas”. “¿Y eso para qué compadre?”. “Para cuando te divorcies, tu esposa crea que la vaca morada es lo que más valoras y se la quiera quedar, dándote un gran margen de maniobra para la negociación”.
La historia la contó el ex secretario de Economía, Ildefonso Guajardo, en su más reciente conferencia sobre los retos y vericuetos que implicó la negociación del T-MEC, finalmente aprobado por el gobierno norteamericano. El cuento se lo acreditó a Calderón, plasmado en uno de sus elocuentes cartones.
En su intervención, registré cinco estrategias implementadas por nuestro equipo negociador para llevar a buen puerto el Tratado. La primera fue precisamente crear “vacas moradas”: puntos que hicieron parecer importantes pero que eran prescindibles para poder exigir luego corresponsabilidad.
La segunda fue entender el ciclo del TLC: las tres economías cambiaron radicalmente en los últimos 25 años, por lo que el Acuerdo ya estaba agotado, obsoleto, y era necesaria su renovación.
La tercera fue no perder el enfoque ni gancharse con las declaraciones agresivas y los tweets desafortunados del presidente Trump, entendiendo su momento y razones políticas.
La cuarta fue apalancarse con los sectores que estaban a favor del Acuerdo, toda vez que Estados Unidos no es un ente monolítico, sino un equilibrio de fuerzas divergentes, opiniones independientes e instituciones funcionales.
La quinta, y creo más importante, fue la unidad nacional, tanto lineal como transversal. Lineal, porque ha habido continuidad de política comercial del Gobierno a pesar de haber cambiado seis veces de presidente y tres de partido político; transversal, porque hubo una coincidencia de objetivos entre el gobierno saliente y el entrante, porque el Congreso jaló parejo, porque las cámaras y organismos se alinearon, porque todos los mexicanos nos unimos en torno a una misma causa.
Y cuando hacemos causa común, los mexicanos somos invencibles y todo lo podemos, incluso, conseguir una vaca morada.