En las últimas semanas ha venido creciendo la percepción de que Trump y su administración obraron mal en el caso de Ucrania, que investiga la Cámara de Representantes como antesala al “impeachment” -o allanamiento- para el juicio político. Al mismo tiempo, se ha hecho evidente que Trump no ha podido capitalizar en popularidad la situación económica del país, que, pese a la crisis que se incuba con su reducción de impuestos y guerras comerciales sin plan ni racionalidad, sigue siendo estable y con indicadores positivos.
En un intento por descalificar el trabajo de la mayoría demócrata en la Cámara de Representantes, Trump repite hasta el cansancio que los demócratas en el Congreso, «dedicados al impeachment», no han hecho nada desde que tomaron la mayoría en 2018. La verdad es que han hecho mucho. Y quien ha convertido al poder legislativo en cementerio de proyectos de ley prioritarios para la mayoría de la población es el senador Mitch McConnell, abusando de su poder como líder de la mayoría Republicana.
Desde que los demócratas tomaron el control de la Cámara de Representantes se han aprobado 400 proyectos de ley y resoluciones, enfocados en prioridades sensibles como: aumento del salario mínimo, control y regulación de la tenencia de armas de fuego, igualdad salarial de género, derechos civiles de la comunidad LGBTQ, protección y camino a la ciudadanía para los jóvenes DREAMers, prohibición de la separación de familias que piden asilo en la frontera, leyes para revertir los efectos del cambio climático y proteger el medio ambiente, beneficios para los militares veteranos, fortalecimiento de la OTAN y otras de carácter militar dirigidas a retirar tropas en hostilidades internacionales sin autorización del Congreso, protección al consumidor y el usuario de los servicios financieros, protección frente al ciberterrorismo y protección migratoria temporal para los venezolanos.
Todos estos proyectos han sido boicoteados por McConnell, quien, como hizo abusivamente cuando Obama postuló al juez Merrick Garland para llenar la vacante del magistrado Scalia en la Corte Suprema, ni siquiera les da entrada a la agenda del Senado. Y uno se pregunta, ¿si tienen la mayoría para no aprobar estos proyectos de ley, por qué no permiten su discusión? Cualquiera pensaría que McConnell, en una línea sectaria y partidista, no quiere arriesgarse a que el debate de estas aspiraciones de la mayoría ciudadana se transformen en victorias de opinión pública para los demócratas; y quién sabe si hasta en peñones argumentales que fragmenten su mayoría de senadores según los estados que representan. Pero hay algo más, el partido de Trump y McConnell está al servicio de los intereses y el poder de sus financistas. No hay duda de esto.
El poder del dinero ha cooptado una parte de Senado. Eso hay que decirlo con todas sus letras. Y decimos una parte del Senado, porque si estos proyectos llegaran a discutirse quizás terminarían en complejas y hasta necesarias negociaciones políticas, legislativas y técnicas, -que podrían repercutir en una mejora de los proyectos previa a su aprobación-, porque la influencia del dinero es mucha pero no ha obnubilado a todos los senadores. Pero no quieren arriesgar ni exponerse a la integridad de quienes estarían dispuestos a marcar distancia de la agenda Trump-McConnell, al margen de los compromisos asumidos por ellos con los intereses de sus financistas, sean grandes corporaciones o el matrimonio entre estas y los sectores religiosos más conservadores, que tienen secuestrado al otrora partido de Abraham Lincoln.