Cuando los mediocres toman el poder

En medio de la polarización más grande que se haya observado en décadas y con un creciente malestar social que se expresó en las manifestaciones opositoras acontecidas este fin de semana en todo el país, AMLO cumple un año en el poder imponiendo un ineficaz modelo económico, político y social. Contrariamente a lo pregonado, en este corto lapso hemos sufrido una profunda involución en todos los órdenes. Al presidente se le acabó el periodo de gracia y no puede culpar a gobiernos del pasado, los resultados obtenidos se explican exclusivamente por las decisiones adoptadas durante este periodo.

La recesión económico-financiera se ha instalado en el país produciendo un estancamiento en todos los órdenes. Los indicadores del Banco de México señalan un crecimiento del 0% para la economía este año y una caída del Producto Interno Bruto que se ubica en -0.03%, con un desempleo que, según datos del INEGI, es el más elevado desde 2016. Paralelamente la informalidad se incrementa alcanzando al 56% de la población. Se aplicaron recortes al gasto público, calculados conservadoramente en 155 mil 300 millones de pesos, afectando a distintos sectores estratégicos del desarrollo social principalmente salud y educación. Se cerraron guarderías infantiles y refugios para mujeres maltratadas. Adicionalmente se observa una significativa caída en la producción petrolera.

La inseguridad pública representa otra gran derrota. Con más de 29 mil homicidios este año resulta el más violento de nuestra historia moderna. La iniciativa para crear la Guardia Nacional como antídoto a la delincuencia no ha funcionado. Actualmente 26 mil elementos de las fuerzas armadas se concentran en la contención de migrantes, lo que expresa sumisión a las exigencias de Donald Trump para proteger las fronteras. En el penoso caso de Culiacán el Estado fue doblegado por el poder de fuego de la delincuencia organizada evidenciando claudicación frente al narcotráfico. La extorsión y el robo de combustible alcanzan a todo el país, donde emboscadas cotidianas cobran la vida de decenas de policías. Los feminicidios no cesan, calculándose conservadoramente que cada día 10 mujeres son asesinadas. Ya nadie se siente seguro en las ciudades y el campo. La estrategia de abrazos, no balazos, es insostenible.

Se constata una deriva autoritaria con violaciones recurrentes a nuestra Constitución. Basta recordar las indebidas injerencias del gobierno en los diferentes espacios del Poder Judicial, la ilegal prolongación del mandato del gobernador en Baja California, la burda imposición de la señora Piedra en la CNDH y las continuas amenazas a los órganos constitucionalmente autónomos. Estas actitudes muestran el declive del Estado de Derecho. La censura y la estigmatización de la prensa libre representan otra práctica perniciosa del gobierno, que deja al ciudadano la onerosa tarea de informarse de manera oportuna. Información irregular y limitada, estimula la pasividad y el fatalismo. Ciudadanos desinformados son presa fácil de la demagogia y del populismo.

Además, nuestra política exterior es ambigua y aliada de sistemas autoritarios. Por ello, tiene razón el politólogo canadiense Alain Deneault en su obra Mediocracia. Cuando los Mediocres Toman el Poder. (Madrid, Turner, 2019) al afirmar: “la mediocracia es la antesala de la revolución porque configura gobiernos ineficientes e incapaces que profundizan los desequilibrios económicos, políticos y sociales”. Si no se articula una oposición democrática y responsable como alternativa a la improvisación y la indolencia de la actual clase política, inevitablemente el resultado será mayor inestabilidad del país.

@isidrohcisneros 

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